Enero 2002:
Por primera vez me dan plata para comprarme el libro que yo quiera. Recorro una mesa de ofertas, electrizada de emoción, y elijo un libro ancho, rosado. Se llama «Crimen y castigo». Esa noche la paso despierta, leyendo como un monje devoto en la oscuridad del living. Cuando mi papá se despierta a la madrugada para ir a trabajar, me mira como soñando y yo le digo que mi vida acaba de cambiar para siempre.
Enero 2002:
La Argentina está en crisis. Yo también. Me mudo a vivir con mi novio, no encuentro mi lugar en su casa. Empezamos a hacer cambios. Su casa se transforma en nuestro hogar.
Enero 2002:
Después de una operación de corazón y por indicación médica tengo que cambiar de rubro. Creo Espucolor, una fábrica de goma espuma en colores para fabricar títeres.
Enero 2002:
Después de una sesión de terapia, Imanol y yo nos miramos a los ojos y vemos nuestras almas.
Febrero 2002:
Vuelvo caminando con mi papá y vemos a lo lejos un patrullero y una ambulancia en la puerta de nuestro edificio. Mi papá se pone a correr, se da vuelta en el medio de la cuadra y me dice: «Se mató tu mamá».
Febrero 2002:
Sueño que mi mamá no es la que enterramos. Es de noche y en el cementerio, se me presenta atrás de una lápida y me dice que la busque.
Febrero 2002:
Estoy en Colombia, hace diez meses que viajo de mochilera por Latinoamérica con mi marido. Mi país estalló hace dos. La prueba de embarazo da positivo. Quiero volver corriendo a la Argentina y abrazar a mi mamá.
Febrero 2002:
Voy a toda velocidad y me acabo de dar cuenta de que aún no sé usar los frenos de mis patines. No me preocupo, porque al frente hay un montículo de ramas de árboles... Caigo a propósito sobre ellas y empiezo a reír fuertemente.
Febrero 2002:
Mis papás discuten, me meto porque creo que mi papá tiene razón. Mi mamá llora mucho y se mete en su cuarto. Mi papá me dice que vaya a verla. Le digo que no. Mi mamá sale del cuarto sonriendo. La saludamos y nos vamos a una marcha en Plaza de Mayo. Volvemos y mi mamá ya no está.
Marzo 2002:
¿Catorce pintas? —me pregunta Alberto. Correcto —le respondo—, de Guinness todas ellas.
Marzo 2002:
Me levanto a un chico 15 años mayor que al besarnos, me toca un poco demás. Me doy cuenta que mis amigas «Las Melli» y yo no somos tan maduras como pensamos, a pesar de escuchar música alternativa, vestirnos raras y hacernos las diferentes.
Marzo 2002:
Conozco personalmente a Goyo en las escaleras de la fachada de nuestro colegio, después de haber estado chateando todo el verano por ICQ sin saber que estudiábamos en el mismo lugar.
Abril 2002:
Me pierdo en la estación central. Digo que me llamo Jani, pero la gente dice que no me puedo llamar así.
Abril 2002:
En el funeral, mi abuela grita al ver el cuerpo de mi abuelo. Yo siento que es solo un cuerpo y me pregunto si debería sentir algo más.
Abril 2002:
Actúo en un grupo de teatro haciendo la parte delantera de un caballo. Estoy totalmente enamorada.
Abril 2002:
Durante el recreo largo reúno a mis amigas del colegio en el baño y nos ponemos en ronda. «Mis papás se van a separar», les digo. Soy la primera del grupo que pasa por esto.
Abril 2002:
Me alejo 2000 kilómetros para ver el problema muy pequeñito. Emprendo un cambio de vida.
Mayo 2002:
Estoy sentada en la vereda de la casa de mi abuela con mi perra Jacinta. Miro el cielo, elijo la estrella que más me gusta y pido un deseo.
Mayo 2002:
El amor de mi vida me deja. Estoy destrozada. Lucho con todas mis fuerzas.
Junio 2002:
Me pierdo sonámbula y llego hasta una comisaría. Mis padres estaban en el comedor y no notaron que bajé las escaleras.
Junio 2002:
Una vez más llego de la escuela con el cuerpo dolorido. Mientras tomo un baño mi madre entra sin avisar. Apenada y preocupada, observa con atención los moretones que tengo en varias zonas del cuerpo. Miro su rostro sin decir nada.
Junio 2002:
Esnifo una sustancia parecida a la cocaína que resulta ser speed. Estamos de after en una casa a medio construir situada en un pequeño pueblo de Murcia. Creo ciegamente en mi perfecta capacidad para volar, así que lo intento desde la primera planta extendiendo mis brazos. Amanezco plagada de magulladuras y moretones en la cama de mi ex. Emprendo el viaje de regreso a Granada con la familia de mi amigo en un mini coche. No dejo de hablar durante cuatro horas de forma entusiasta y extremadamente efusiva con su abuela. Aún me castañean los dientes.
Julio 2002:
Estoy sentada en el piso de mi cuarto, llorando. Sigo ebria. Acabo de perder mi virginidad. Lo único que se me ocurre es llamar a la rubia, al otro lado del mundo. La cuenta de teléfono más cara de mi vida.
Julio 2002:
Estoy en un bar con mis amigas del equipo de baloncesto de la preparatoria, cuando de repente entra un chico alemán que he conocido en el torneo que acaba de celebrarse. Me encanta. Charlamos un rato y bailamos hasta que se va la luz.
Julio 2002:
Estamos en la terraza de un departamento céntrico. La noche cálida y la luna llena. Alto el volumen, la música canta: «Dicen que dicen, dicen que dicen». Nosotros, desnudos, bailamos.
Agosto 2002:
Estoy durmiendo en la cama de mi mamá. Escucho voces que suben la escalera mientras cantan una canción que me despierta. Son mis padres que con una torta en sus manos me cantan cumpleaños feliz.
Agosto 2002:
Mantengo relaciones sexuales con mi novio, es mi primera vez. También la suya.
Agosto 2002:
Vuelvo a España después de pasar un mes en Buenos Aires. Lloro cuando despega el avión. Me prometo volver.
Agosto 2002:
Estoy en Jamaica de vacaciones. Hago mi primer cursillo de buceo, «el bautismo» que se llama. En el barco, de camino al lugar de la inmersión, pregunto al monitor si hay tiburones. Pienso en los tiburones blancos monstruosos de los documentales. «En el mar no hay fronteras, y los tiburones viven en el mar», dice. «Pero yo llevo muchos años viniendo aquí y no he visto ninguno». Estoy nerviosa, pero me tiro y aprendo, bajo los diez metros que hay que bajar y estoy feliz, es otro mundo, un silencio y una luz y una tranquilidad. Bucear es una belleza inmensa.
Septiembre 2002:
Recién llegamos al cuarto del hotel en Manhattan. Estoy de viaje con mi hijo de 10 años. Salgo del baño, suena el tema «New York, New York» cantado por Sinatra y lo veo bailando sobre una de las camas. Me subo a la de enfrente y bailamos y cantamos hasta que termina la canción. ¡Siento enorme alegría!
Septiembre 2002:
En la puerta de la sala de parto, la enfermera que me acompaña se despide con un «Vas a tener un parto hermoso».
Octubre 2002:
Vamos a comprar comida para llevar y la comemos sentados en un banco de una plaza céntrica. Es primavera y hay mucha luz. Sobre el final y con la excusa de despedirnos, le doy el primer beso en la boca.
Noviembre 2002:
Estoy con Ana tomando un café en el trabajo. Le digo que la película «Dolls» me ha dejado sin habla todo el fin de semana. Pedro, al que apenas conozco, me dice que es mejor que veamos películas de amor y lujo que él nos puede prestar. No me doy cuenta, pero me está haciendo una propuesta de vida.
Diciembre 2002:
La puerta de la calle está abierta y entro a la casa. Camino unos pasos y me doy cuenta de que es la adecuada. La miro a ella, asiento con la cabeza y apenas moviendo la boca, sin producir casi sonido alguno, le digo: «Es ésta».
Diciembre 2002:
Es víspera de Nochevieja y salgo al campo un par de días con el que acabará siendo mi marido. La situación es torpe y extraña. No sospechamos que esto se vaya a convertir en algo serio de verdad.
Diciembre 2002:
Mi madre, de noche en su cama grande, me cuenta que ella y mi papá se van a separar. Lloro desconsolado, hasta que le hago prometerme que nunca jamás volverá a juntarse con otro hombre. Entonces río y aplaudo vivazmente.
Diciembre 2002:
Compramos nuestra primera propiedad en el peor momento económico. Peleamos por sostener nuestro proyecto a pesar del incendio en el que se encuentra el país.
Diciembre 2002:
Fin de un ciclo, pero no voy a extrañarlo, porque sé que viví cada momento como si fuera el único.