Enero 1998:
«1,2,3,4,5,6,7,8,9 y 10; están todos». Acaba de nacer Sofía, mi hija, y en una pieza contigua a la sala de partos, una enfermera ha seguido el protocolo de rigor. Diez dedos en las manos y diez dedos en los pies. Se inicia en mí un proceso de transformación y aprendizaje.
Febrero 1998:
Raúl, mi compañero se está yendo. Está cansado y necesita cambiar de vida.
Febrero 1998:
Estoy acostada en nuestra cama junto a Frank. Tengo en brazos a mi hija, que ha venido al mundo hace cinco horas en el hospital. El sol brilla sobre su diminuta cara. Tiene el pelo oscuro y suave. Tengo una familia. Soy infinitamente feliz.
Marzo 1998:
Estamos en la cocina. Mi padre nos comunica que nuestro hermano menor está en camino. Mi hermano mayor se ve muy contento, los ojos le brillan. Mi padre se prepara su popcorn. Yo estoy destruida, lloro todo el día en mi habitación.
Marzo 1998:
Es el primer día de clases en un enorme y prestigioso colegio secundario. Está lleno de herederos y cultivados. Yo soy una nena de barrio y odio estar ahí.
Marzo 1998:
Venimos del cumpleaños de Valeria y queremos festejar bailando en un boliche llamado Ave Porco. Mi novio no quiere entrar, pero yo sí. Esa noche conozco a Priscila y me descubro sexualmente lesbiana. Es amor a primera vista.
Marzo 1998:
Es la primera vez que hago teatro. Teatro musical en inglés en el marco del colegio. Se abre una puerta importante para mí.
Marzo 1998:
Mi mamá encabeza una larga fila de niños jinetes. Con su brazo curtido por sol hace una seña para que frenemos.
Abril 1998:
Empiezo la secundaria y me va mal en Geografía. Implemento un sistema para copiarme en los exámenes que consiste en esconder mapas en el baño, atrás de la tapa donde está el botón para tirar la cadena. También utilizo un método más sofisticado que consiste en escribir un machete en la computadora, con tipografía minúscula, imprimirlo y escondérmelo adentro de la corbata del uniforme.
Mayo 1998:
Hay una visita recreativa en la escuela, de la cual no sé nada. El camión sale con todos los alumnos de mi grupo pero yo me quedo. Paso todo el día ocultándome en diferentes partes de la escuela.
Mayo 1998:
Robo por primera vez. Con una compañera le sacamos a otro compañero una moneda de un peso durante el recreo. Termino confesando y devolviéndola.
Junio 1998:
Mi boda. Llueve sin parar. Llevo un vestido hermoso y unos zapatos altos, que se hunden cuando camino por el jardín. Todo el mundo quiere felicitarme. El día no tiene final.
Julio 1998:
Conozco a mi primer sobrino. Me invade una felicidad que no imaginé que existiera. Nicolás es el bebé más bello que he visto hasta ahora. Duerme y sonríe. «¿Qué estará soñando?». Mi hermana me invita a sostenerlo en mi regazo. Lo miro dormir, lo acaricio y creo imaginar el placer inconmensurable de la maternidad. Todo mi ser sonríe, el amor es lo más fuerte.
Julio 1998:
Después de buscar incansablemente un lugar en donde hacer el doctorado, consigo una beca en Córdoba. Tengo que decirles a mis padres que me voy a mudar a más de 500 km. de casa. Les lleva un tiempo pero lo aceptan. Entienden que persigo un sueño.
Julio 1998:
Muere mi abuela paterna y yo abrazo a mi papá sin entender del todo lo que significa esa muerte para él o para mí.
Julio 1998:
Estoy en la casa de Martina, mi mejor amiga del nuevo colegio. Es invierno, afuera llueve muchísimo y ya es de noche. Mientras miramos las estrellas que brillan en la oscuridad que tiene pegadas en la pared, en la radio suena «Vuelve» de Ricky Martin y ambas lloramos con fotos de los chicos que nos gustan y no nos dan bola en la mano. Nos fomentamos mutuamente el melodrama.
Julio 1998:
Viajo sola de mochilera por Europa con un pase libre de tren. Hay semanas en las que paso la mayor parte del tiempo en vagones. A veces me parece que lo más seguro es estar en tránsito.
Agosto 1998:
Sentada en el comedor, veo cómo mi padre pela una naranja, con un cuchillo le quita minuciosamente todo rastro de cáscara a los gajos. El sol entra por el ventanal y cae sobre la mesa. Me gusta su casa en el cerro, es mi lugar de escape y me siento por fin tranquila.
Septiembre 1998:
Entramos a casa con mi mamá y mis hermanos y vemos que mi papá esta tirado en el suelo, completamente borracho. Hay pedazos de vidrio desparramados por el suelo. Papá tiene pegado en el lado izquierdo de su pecho una foto de sus tres hijos. Mamá me pide que lleve a mis hermanos a su habitación.
Septiembre 1998:
Fallece mi abuelo materno. Tenía un cáncer terminal. Es el primer abuelo en fallecer.
Septiembre 1998:
Pruebo mi primer cigarrillo. Lo sostengo tan fuerte entre los dedos que se parte en dos.
Octubre 1998:
Llego a mi casa después de ir al colegio. Entro al cuarto de mi mamá y la veo llorando mucho y poniéndose crema sobre unas cicatrices muy profundas en las muñecas.
Octubre 1998:
Veo al equipo femenino de gimnasia y decido que quiero seguir haciendo el spagat a los sesenta años.
Octubre 1998:
Durante una velada poética en mi casa, suena el teléfono. Mi abuela acaba de morir. La noticia me impacta mucho, interrumpo la lectura de poemas de Celan y Kavafys y le propongo a una amiga que estaba allí que hagamos el amor. Ella accede y pasamos varias horas de goce frenético, de abandono absoluto. No podría haber honrado mejor la muerte de mi abuela, con la que me siento profundamente conectado.
Octubre 1998:
Me hago señorita. La vida ya no es la misma para mi cuerpo de niña que comienza a hacerse mujer. Tampoco para mi cabeza, ni para mi alrededor.
Octubre 1998:
Viajo durante veinticinco horas entre Sevilla y París para ver por primera vez a mi grupo favorito, Depeche Mode. Yamuza cuela un queso azul en el coche.
Noviembre 1998:
Hago el amor con una chica llamada Petra Ekato. Llevo un diario y sé que es la mujer número 100 con la que tengo sexo. Luego le pregunto qué significa su apellido en griego. «Cien», responde. Ekato, como en «hecatombe», el sacrificio de cien reses. Siento que un agujero negro me traga.
Noviembre 1998:
Muy convencida dejo la carrera de Educación Física y me dedico a bailar.
Noviembre 1998:
Le pido a mis padres que me cambien de colegio. Quiero escribir con lapicera y en este colegio no me dejan.
Noviembre 1998:
Vinimos temprano, cuando todavía había luz, pero ahora es de noche y se ha empezado a levantar un aire frío. Somos muchos familiares y algunos amigos que hemos venido a esperarlo, a recibirlo de nuevo entre nosotros. Son casi las doce y oímos cómo se abren las pesadas rejas. Lo traen. Lo abrazamos. Otra vez libre, camino a casa.
Noviembre 1998:
Marisa echa de menos su casa y se convierte en mi mejor amiga.
Noviembre 1998:
Nace mi hermano menor.
Diciembre 1998:
Viajamos en avión junto a madre y hermano, es un vuelo largo. Mi hermano se descompone y vomita en una bolsa de papel. Yo estoy enamorada de un chico al que no sé cuándo volveré a ver. A través de la ventanilla la luna está llena y muy blanca, flota a la par de mis ojos y sobre las nubes.
Diciembre 1998:
Es mi último día de graduación de la secundaria y no aguanto las ganas de no regresar a mi escuela.
Diciembre 1998:
Estoy en el patio de la casa de un vecino, es época de fiestas. Mi padre enciende una bomba de estruendo en la calle. Él se aleja y el cohete se cae, apuntando hacia donde estoy yo. La propulsión lo hace despegar. A mi alrededor todo es humo.
Diciembre 1998:
Me entregan el diploma. Es la primera vez que mi papá entra a mi escuela secundaria. Se acerca para señalarme que uno de mis compañeros durante cinco años de estudios es mi primo.