Enero 1997:
Suena el teléfono. Mi madre tomó pastillas. Intento de suicidio. Voy a buscarla. Viajamos en una ambulancia y ella me agarra la mano.
Febrero 1997:
En la imagen de satélite, el edificio de planta hexagonal proyecta una enorme sombra. Es parte de mi trabajo de licenciatura en Ingeniería de Cartografía. Cuando voy a fotografiarlo, unos tipos me tiran al suelo y me gritan algo en árabe. Son policía secreta. Me llevan a una casona sin placas. Horas después, me sueltan sin mediar palabra. Mi acompañante en Trípoli me explica «quién manda aquí».
Febrero 1997:
Vacaciones en Valeria del Mar con mi papá. Vamos a andar a caballo. Tengo mucho miedo y unas bermudas puestas. Cuando me bajan, mis piernas rojas arden de irritación.
Marzo 1997:
Ella es ocho años mayor y la hermana de mi jefa. No nos conocemos, pero me saluda con un beso en la boca. La invito a salir y nos encontramos en la puerta del teatro. Sonríe, lleva los labios pintados y un sombrero rojo de pana algo atemporal. Nos sentamos y disfrutamos de «La Tempestad» de Shakespeare. Rozo su mano, entrelazamos nuestros dedos, siento electricidad recorrer todo mi cuerpo.
Marzo 1997:
Estoy sola apoyada en la puerta del aula, esperando a que pase el recreo. Los gritos y corridas se unen en un sonido que me hipnotiza. Veo a mis compañeros corriendo hacia mí. Carla empuja a Juan Sebastián, él me enfrenta y me dice: «Me tenés que ayudar a cumplir una prenda… tengo que besar a la más fea». Corro hasta el baño, me escondo, y espero a que toque el timbre para volver a clase.
Abril 1997:
Estoy sentada al lado del cuerpo de mi padre. Acaban de apagarle el respirador artificial. Tiene 73 años. Me quito la mochila que cargaba con mentiras, alcohol y todo lo demás. Me siento aliviada y libre al fin.
Junio 1997:
Compramos con Omar nuestro departamento. Se reafirma nuestro amor.
Junio 1997:
Voy a conocer a mi hermanita recién nacida, tras pasar la noche en la casa de mi abuelo y su concheta mujer porque mi papá tenía que estar con mi mamá mientras paría. A partir de hoy dejo de ser hija única y eso me encanta. Mi hermanita Sofía es rosada, yo le elegí el nombre. Mi mamá se ve hermosa con el camisón floreado, se maquilló los ojos y mi abuelo nos saca fotos.
Julio 1997:
Ando en la misma bicicleta que mi madre. Me quiero hacer la graciosa y meto un pie en los rayos. Me ponen un yeso. Ni me importa, salgo a jugar y a correr igual.
Agosto 1997:
Mañana es mi cumpleaños. Me sacan del aula porque tengo que ir a la clínica. Está naciendo una bebé. Mañana es mi cumpleaños. Los padres de la bebé, mi hermana y su marido, me regalan un ajedrez.
Septiembre 1997:
Leticia, Sofía, Belén y yo, perdidas a caballo. Es de noche y no encontramos la tranquera.
Septiembre 1997:
Toco el timbre de la casa de M., a donde fui sin anunciar mi visita. Me recibe con sorpresa, pero también con alegría. Vamos hasta la terraza. Hay mucho sol, tomamos un té. Un vínculo de hierro se empieza a gestar.
Septiembre 1997:
Me doy mi primer beso con un compañero del jardín de infantes escondidos entre unos percheros.
Septiembre 1997:
Estoy haciendo el amor con mi novia y de pronto siento, literalmente, que empezamos a volar. Ella se asusta, me dice que quiere parar y de inmediato estoy en el suelo.
Octubre 1997:
Camino con Birgit por las sierras de Málaga en Andalucía. Hace calor, estamos con poca agua y se hace tarde. Queremos volver más rápido y salimos del camino señalizado. Después de una larga caminata por un terreno agreste nos encontramos arriba de un precipicio rocoso y no sabemos qué hacer. Bajamos por un sendero angosto y peligroso. Durante la cena en el pueblo nos sentimos más vivos que nunca.
Octubre 1997:
En una fiesta con amigas se me acerca un varón de unos treinta. Me dice que es artista plástico y que mi cara le resulta interesante por la asimetría. No se anima a decirme que le gustaría pintar un retrato mío. Se despide diciendo que ojalá nos volvamos a encontrar cuando sea mayor de edad.
Octubre 1997:
Tengo doce años y voy a la fiesta de egresados de otro colegio. A la salida, mientras esperamos en la puerta a que nos pasen a buscar, unos chicos se acercan y nos preguntan si queremos éxtasis. Nos muestran unas pastillas blancas. No termino de entender si es verdad o nos están haciendo un chiste.
Octubre 1997:
Apruebo el examen de ingreso al Seminario Max Reinhard. Todo el mundo se alegra. Yo me pongo a llorar porque en realidad no quiero irme a Viena.
Octubre 1997:
Camino por Tokio, siento una desilusión total. Todos tienen los ojos rasgados como yo y sin embargo me siento más extranjero que nunca. Me pregunto dónde está mi lugar, si donde nací, en Argentina, o en el país de mis padres, Japón. Pienso que en ninguno de los dos.
Noviembre 1997:
Ya estás conmigo, naciste hace tan poco y eres tan pequeña que me asusto. Te ponen a los pies de mi cama en tu flamante cuna. De pronto percibo que te ahogas, salto de la cama, olvidando mis bastones, no duele la cesárea reciente y te giro para salvarte. Respiras de nuevo y las piernas me abandonan. Tu sigues en la cuna, yo caigo al suelo.
Noviembre 1997:
Falto a la escuela. Me voy con mi perro a lo de mi amigo Alfredo. Sentados en la vereda de su casa escuchamos un auto frenar bruscamente. Miro y Chuletas estaba debajo de las ruedas.
Diciembre 1997:
Es vísperas de navidad y mis amigos y yo jugamos con fuegos artificiales en el techo de la casa de uno de ellos. Doy un paso en falso y me caigo al suelo de laja desde más de cuatro metros de altura. Pierdo algunos dientes desde la raíz.
Diciembre 1997:
El mismo día que muere mi abuela Concha, con 96 años, se hace pública la lista de admitidos a un máster a cuyas pruebas selectivas yo me había presentado, con otros 330 aspirantes: a los siete primeros clasificados les darían una beca completa (mucho dinero). Saco el número uno. Durante el velatorio y el entierro recibo pésames y felicitaciones a la vez.