Enero 1984:
Ya estoy harto de vertebrados, especies y familias. Siempre después del recreo... Termino mi chocolatina y decido que voy a ser abogado.
Enero 1984:
La felicidad era esto. Despertarse por la mañana y abrazar el día como a un amigo que te recibe con los brazos abiertos. Marina, sonríe desde la puerta.
Enero 1984:
Voy al psiquiatra por primera vez. Me siento bien. Alguien me escucha sin cuestionarme y para ayudarme, sin juzgar si soy buena o mala chica. Por primera vez escucho que he sufrido maltrato. Me quedo en shock ante la evidencia que me revela.
Febrero 1984:
Ella está otra vez en casa. Me despierto y escucho su voz en la cocina sin aún haberme levantado de la cama. Es siempre un motivo para que me invada una alegría incomparable. Sé que viene para quedarse unos días con nosotros. Ella es mi «otra abuela», sin parentesco de sangre pero tan cercana como mi propia sombra, a la que todo el mundo simplemente llama «La Pepa».
Febrero 1984:
Luego de una jornada de música de protesta en el mítico Café del Cerro, en Bellavista, mi amiga Cecilia –que vive en las afueras de la ciudad– se queda conmigo en la casa de mis padres. Mi despertar sexual se ha iniciado.
Febrero 1984:
Estoy finalizando un Master en Economía en Río de Janeiro. Me llama mi director de tesis para preguntarme si me interesa un curso avanzado de matemáticas. Cuando le pregunto quién iba a dictarlo para ver si me interesaba concurrir, me responde «vos».
Abril 1984:
Tengo mi primer sueño erótico con una niña de mi guardería. Abro una puerta y la veo sentada en el suelo vestida de negro con una trenza rubia. Ruth alza la cara y me lanza una mirada inequívocamente seductora. Me despierto confundido.
Abril 1984:
Mi madre me lleva a mi primer acto político: una manifestación reclamando el final de la dictadura en la plaza principal de Rocha, que está rodeada de soldados con metralletas.
Junio 1984:
Llego a la playa nueva, mi prima me presenta a su grupo de amigos y me quedo tonta mirando a uno de ellos, muy guapo. Se llama Alberto y tiene 16 años. Ni me ve.
Julio 1984:
Con una tanza y un pedacito de carne encontrados, mi abuelo dice que vamos a pescar. La carnada, por la altura de donde estamos y el viento fuerte que sopla, nunca llega al agua. Pero vuela sostenida como si fuera un papelito. Es la magia de la milanesa voladora.
Julio 1984:
Mamá me dice: «Cuando vos te recibas de psicóloga yo me suicido.» Acto seguido se desvanece en el balcón.
Julio 1984:
Hoy es nuestra primera vez. Siento que nos conocemos hace siglos.
Julio 1984:
Nace mi hermana, me hago pis, me enfermo, me internan.
Julio 1984:
Después de cenar en la casa de mis abuelos paternos, estoy sentada en la falda de mi abuela acariciándole el brazo, mirando televisión hasta que me da sueño.
Agosto 1984:
Llego de la escuela. En el descanso de la escalera encuentro muerto a mi perro Brutus, un bóxer que me acompañó desde que nací. Tengo un agujero en el pecho.
Agosto 1984:
«Cuando te cases ya no tengo nada que hacer, me suicido», dice mi madre. Se desmaya.
Agosto 1984:
Nado contra olas altas. A pesar de que hay bandera roja, estoy a 400 metros de la orilla. Experimento una sensación indescriptible de fuerza, de potencia, de libertad y aprendo a amar el mar. Lucho y no me rindo, alcanzo una banco de arena y apenas puedo mantenerme en pie. No estoy sola.
Septiembre 1984:
Extremadamente feliz, hoy llega Amor a mi vida. Quiero que seas igual a mí, y que tu nombre le diga a quien te conozca, que nunca se olvidará de ti.
Octubre 1984:
Beso por primera vez a alguien que realmente deseo, me excita. Al acercarse su boca, grito de miedo, de placer.
Noviembre 1984:
Quiero mostrar a mi madre y a mi padre lo que es la danza expresionista. Acabo de aprenderlo en las colonias cristianas. Aparto las butacas tapizadas y la mesita del salón y les digo: «La música os la tenéis que imaginar vosotros». Agacho la cabeza, cierro los ojos y comienzo a moverme. Bailo alrededor de la mesa del comedor como si ésta fuera el becerro de oro y yo estuviera en el desierto. Doy vueltas aquí y allá. Estoy completamente entusiasmado. Mis padres me miran escépticos y desconcertados.
Diciembre 1984:
Salgo a dar una vuelta en un bosque con la moto todo terreno que me ha regalado mi padre al cumplir 18. Es un día muy frío con heladas. En uno de los saltos deslizo y choco con un árbol. Mi mano derecha duele mucho. Vuelvo a casa llorando. La moto tiene golpes, pero anda. Mi madre me ve llegar y me lleva al hospital.