Enero 1982:
Llevo un jardinero rojo y una máquina de calcular amarilla en la mano. Voy de visita a la casa de una señora amiga de mi madre, tengo cuatro años. Ella tiene un hijo adolescente. No sé quién es pero me gusta ir a verlo.
Enero 1982:
Me dan la espalda, «no es un hombre para ti», opinan todos. Contra los vientos y las mareas, uno mi vida a él. Quiero construir una familia.
Febrero 1982:
Es mi primer viaje por Europa. Tras 20 días de recorrer España y otros 20 Italia, llegamos a París. Volvemos del Marais por el borde del Sena. A lo lejos, se divisa Notre Dame. Hay bastante gente en la plazoleta, pero yo avanzo como una sonámbula. Cuando entramos y veo las ojivas, los vitrales, y oigo la música del órgano, me pongo a llorar.
Febrero 1982:
Nos escondemos en el huerto a comer limón con sal, si nos pilla el tata, nos pega con su bastón, por eso vamos a la hora de su siesta. Para asegurarnos, lo espiamos mientras se saca la placa y queda sin dientes.
Marzo 1982:
Nace mi hija. Es muy chiquitita y me siento feliz.
Marzo 1982:
Estoy en Plaza de Mayo con un grupo de compañeros de la facultad y mi novio. Comienzan a tirar gases lacrimógenos. Salgo corriendo por las calles. Mi novio me agarra de la mano y me arrastra. En la corrida pierde un zapato y sigue corriendo sin decir nada. Llego a la casa de una amiga. Entro y llamo a mi mamá para decirle que estoy bien.
Abril 1982:
Nos mudamos. Nos vamos de la casa donde pasé mi infancia. Voy habitación por habitación para despedirme personalmente de todo lo que he vivido allí.
Abril 1982:
Después de dar mi primera clase de alemán a un nuevo grupo de alumnos, tres chicas latinoamericanas conversan en español sobre mí. La que más tarde será mi esposa dice que le gustó la clase. Las tres creen que no las entiendo. ¡Qué susto cuando se dan cuenta de que sí!
Abril 1982:
La radio dice que invadimos las Islas Malvinas. En la escuela todos están felices con la noticia. Yo tengo un nudo en la garganta. Lloro sin lágrimas, qué tristeza.
Mayo 1982:
Estoy en el patio del colegio, tengo seis años. La madre de una compañera de mi grado se para frente a mí y se inclina mirándome fijo. Con su dedo índice y una uña larga pintada de rojo, me dice: «Que sea la última vez que le robás la comida a mi hija».
Mayo 1982:
A los dieciséis años voy al teatro. Conozco a José María Vilches, que representa poemas de Antonio Machado. El camarín está oscuro. Vilches me dice suavemente: «Deja que tus ojos estén atentos». O al menos eso entiendo yo.
Mayo 1982:
Visito a mi madrina en Rosario. A mi madrina le dicen la Conce. La Conce patea la tortuga cuando cruza distraída el patio. La Conce levanta la tortuga y grita: «Así te voy a levantar a vos, si te quedás parado en el camino». También me hace creer que ella come cantos rodados y que si alguien come cantos rodados pierde los dientes pero vive muchos años.
Junio 1982:
Estamos en clase, entra una maestra al aula y nos dice que vayamos todos al patio. La directora habla, no entiendo bien qué dice, le pregunto a una compañera: «¿Desembarcamos en Malvinas?». «¡Sí!», me dice toda contenta. No sé por qué, pero a mí me parece una noticia terrible. Igual, disimulo.
Junio 1982:
«¿Da paso el arroyo?», pregunta mi padre. «Sí, dale», responde Ariel desde la orilla. Diez segundos después, el agua entra en el auto desde todos lados, por las puertas, los vidrios y por el piso. El auto se hunde en el arroyo crecido por la inundación y unos brazos fuertes nos sacan por las ventanillas y nos salvan de morir ahogados en el Cuñapirú.
Agosto 1982:
Llego a mi casa, no me abren la puerta. Logro entrar. Veo a mi madre tirada en el piso rodeada de botellas de alcohol.
Octubre 1982:
Traen a mi hermana del hospital en un cesto de mimbre. La observo durante un rato pero no hace más que dormir.
Noviembre 1982:
Estoy en un escenario. Es mi primera obra. Digo toda la letra y mientras la escena sucede no registro ni a mis compañeros, ni a los objetos, ni siquiera al piso. ¡No comprendo cómo no me llevo nada por delante! A pesar de los nervios me doy cuenta de que es el lugar donde me siento más seguro.
Noviembre 1982:
Estoy rodeada de camas. Tengo que fingir que estoy durmiendo porque es la hora de la siesta. Soy la única blanca. Odio ser blanca.
Noviembre 1982:
Termino de comprar mi primera casa. No lo puedo creer: ya tengo dos hijos y el nido asegurado. Nuevamente, un esfuerzo que llega a lo deseado, aún en medio de un país destruído. Siento alegría, satisfacción... y algo de miedo.
Noviembre 1982:
Mi hermano menor me cuenta que a los 5 años lo violaron. Pasó 15 años en silencio. A la noche me desmayo.
Diciembre 1982:
Mi papá me enseña a andar en bici, que no es rosa, sino celeste. Una miniroda supersport. Mi papá es paciente. Me da un envión en la vereda. Me caigo. Duele. El pedal me deja una herida larga y gorda en mi tobillo derecho. Después es cicatriz.