Enero 1973:
En el colegio, la profesora nos manda a la casa con una comunicación que dice «las clases se suspenden por el golpe de Estado». Llego a la casa y se la muestro a mi mamá y ella ahí recién se entera de lo que está pasando.
Marzo 1973:
Estoy con mis hermanas Carola y Marina en el asiento de atrás de un auto. Vamos tapadas con una manta. De fondo se escuchan los bombos y la gente caminando hacia nuestra casa por la ruta 8. Tenemos que huir, lo dejamos todo. Observo a papá parado con su ambo blanco en la puerta del hospital. El generalísimo ha decidido nuestro destino. Perón, Perón, qué grande sos...
Mayo 1973:
Acompaño a mi mamá muy temprano a comprar pan. Está oscuro y debemos hacer una fila enorme. Cuando toca nuestro turno las señoras que atienden sacan el pan con las manos de unos cajones de madera grandes a sus espaldas y venden sólo un kilo. Estoy cansada de estar de pie y quiero que me lleven en brazos.
Junio 1973:
Con mi madre y hermanos emigramos a Costa Rica en un avión militar que nos deja en Panamá. Al mirar por la ventanilla del avión, veo en la pista de aterrizaje cientos de sapos gigantes. Mi papá nos espera feliz. Vamos al puerto a buscar nuestros muebles. El sillón de terciopelo rojo también está.
Julio 1973:
Me recibo de médica veterinaria.
Agosto 1973:
Paso unas vacaciones con mis padres en un pueblo muy cerca de los Alpes. Un sábado llega Gerd Müller, el delantero más famoso del país y quizá del mundo en esa época, con el Bayern München a jugar un partido amistoso con el equipo local en una cancha chiquita. Después del partido se me acerca y me sacan una foto junto a él. Casi me desmayo de felicidad.
Agosto 1973:
Regresa la democracia, la primera que vivo con consciencia y euforia. Me convocan en la Universidad para un trabajo muy interesante. Me siento feliz.
Agosto 1973:
Soñando imposibles en una fría sala de hospital santiaguino, mientras abren en dos mi espalda para enderezarme con un metal adosado en la columna. Con dolor inexplicable acepto todo lo que le hacen a mi cuerpo, es la única forma para caminar derecha.
Septiembre 1973:
Desde nuestro departamento del piso 22 se oyen chiflidos, bombazos y muchos aviones. Hay humo y pican los ojos. Mi hermano y yo nos asomamos a la ventana y mis papás nos tiran al suelo. Alcanzamos a ver que todo es humo negro y entre gris y sepia. Una bala pasa cerca de nuestra ventana.
Septiembre 1973:
Tengo seis años y estoy caminando rumbo al colegio. Es primavera. Un ruido ensordecedor, desconocido, inaugural, captura mi atención desde el cielo. Poco más tarde, el palacio de La Moneda comienza a arder bombardeado por los Hawker Hunter, con el prometeico presidente Allende dentro.
Septiembre 1973:
Mi madre me lleva de la mano, vamos a comprar a un lugar llamado economato. En la entrada hay un hombre muy alto, miro sus grandes botas de muchas amarras, recorro con la vista sus piernas hacia arriba, tiene los brazos doblados y sostiene cruzado un aparato de fierro, una metralleta, tiene un casco. El economato está cerrado, nos ordenan devolvernos. Hay toque de queda.
Septiembre 1973:
Mi madre me manda a trabajar a Santiago como asesora de hogar. Ellos, al verme, dicen que soy muy pequeña y me mandan de vuelta.
Septiembre 1973:
Empiezo a estudiar en la universidad. La Universidad Estatal de Arizona me parece la Tierra Prometida.
Octubre 1973:
Me salgo del colegio para ir a trabajar como asesora de hogar puertas adentro en San Felipe.
Octubre 1973:
Escuela primaria. Estamos tratando de bailar el minué de la mano con una compañera y nos caemos del escenario. Por suerte, el lugar está lleno de colchonetas que amortiguan el golpe. Caemos riendo y al instante me enamoro.
Diciembre 1973:
Recojo en Múnich a Björn, nuestro hijo adoptivo de una semana de edad, y vuelo con él a Colonia.