Enero 1969:
Sentado en el piso, bajo el dintel de la puerta, descubro que estoy vivo. «Lo que yo estoy es... vivo», me digo.
Abril 1969:
Mamá me dice: «Vos te tenés que casar con un rubio de ojos azules para mejorar la raza.» Esta frase la repite durante toda mi infancia.
Mayo 1969:
Mi padre muere y al día siguiente siento que me abraza.
Mayo 1969:
Vuelvo de la escuela con los dedos manchados de tinta azul. Mi abuela me espera con un polvito mágico para lavar las manos. Estoy en puntas de pie frente a la pileta de la cocina y ella realiza ese ritual amoroso de todos los días.
Junio 1969:
Mi madre me golpea con una escoba en el ojo por no tener listo el almuerzo. Me deja una marca.
Junio 1969:
Mi madre y mis hermanos me dicen que mienta en el colegio sobre el golpe que me dio mi madre. Me confundo al contarlo y digo la verdad.
Junio 1969:
Blanco y negro, una luz delante. Es media tarde y empieza a oscurecer. Huelo el olor de la madera tirado en el piso. Una voz anuncia el gran logro y yo me esfuerzo por retener esas imágenes en la memoria.
Julio 1969:
Estoy jugando al elástico con una amiga. Estoy con medias sobre el piso de madera. Me caigo y me rompo las dos paletas. En el baño de mi casa me miro al espejo y lloro desconsoladamente. Me doy cuenta inmediatamente de lo que significa la palabra irreversible.
Agosto 1969:
En el descanso de mármol de la escalera del colegio estamos todas juntas. Es el recreo y, por turnos, cada una canta algo sola. Cuando me toca entono «Manuelita la tortuga», se crea un silencio alrededor y soy el centro de un momento dulce y tierno.
Octubre 1969:
Llevo mucho tiempo esperando en la puerta del colegio. Nadie viene a recogerme. Una madre se ofrece a llevarme. Lo rechazo. No quiero que sepan que vivo en una casa oscura, pobre, una trastienda con goteras. Al rato, me pongo en camino; solo. Cuando llego a casa, me pongo a hacer los deberes.
Noviembre 1969:
Sin ser una elefanta, espero 4 años y nueve meses y nace mi primer hijo. Siento que es un milagro, yo... ¡tan agnóstica! De la escuela donde trabajo me envían una canasta con 200 rosas. La segunda planta del sanatorio huele a flores.