Mayo 1963:
Estoy esperando que me vengan a buscar a la salida del jardín de infantes. Jugamos a los bomberos. Tengo puesto un piloto rojo brillante. Me enamoro de una compañera, pero no se lo pienso decir nunca. Tengo 4 años. Agosto 1966:
Es mi séptimo cumpleaños. Invito a todo el grado. Mi mamá prepara tortas con una amiga y también hace los regalos que se van a llevar todas las invitadas. Hay una titiritera. Mi cama está llena de regalos. Siento que mi hermana está celosa. Tengo una rara sensación. Creo que quiero disimular que los regalos y el festejo me importan. Junio 1968:
Estoy en la cama, es de madrugada. Mi papá llega del teatro (es director), entra en nuestro cuarto y besa a mi hermana, después me besa a mí, se saca el sobretodo y me tapa. El sobretodo pesa. Me encanta que mi papá me bese y me tape. Julio 1969:
Estoy jugando al elástico con una amiga. Estoy con medias sobre el piso de madera. Me caigo y me rompo las dos paletas. En el baño de mi casa me miro al espejo y lloro desconsoladamente. Me doy cuenta inmediatamente de lo que significa la palabra irreversible. Noviembre 1974:
Llego del colegio a almorzar a casa de mis abuelos, como todos los días de lunes a viernes. Hay varios parientes alrededor de la mesa. Una tía abuela me dice: «Falleció Virginita». Es mi hermana, tenía 20 años. Soy consciente de la terrible noticia y a la vez estoy anestesiada. Siento que no siento para apaciguar tanto dolor. Junio 1979:
Estoy con mi pareja en una quinta a la que nos invitó un amigo. En el living aparece Juan con su novia, se acaban de despertar de la siesta. Es la primera vez que lo veo y me enamoro perdidamente de él. Diciembre 1981:
Estoy sentada en una sala del Registro Civil. Me estoy casando. Oigo las palabras de la jueza, pero no logro entender lo que dice. Solo son sonidos, aunque sí entiendo cuando tengo que decir: «Sí quiero». Junio 1983:
Nace Natalia, mi primera hija. Sin dolor, sin corte, sin anestesia. Juan y yo nos besamos profundamente. Salgo de la sala de partos caminando. No puedo creer que un parto pueda no doler. Mi madre siempre relataba sus dolorosos partos. Febrero 1988:
Tengo en brazos a mi beba de tres meses. Le acabo de dar la teta. Tengo el impulso de bailar con ella y cantar su nombre: «Josefina fina fina Josefina fina fi, Josefina, fina fi» , y así varias veces. Me siento exultante. Septiembre 2002:
Recién llegamos al cuarto del hotel en Manhattan. Estoy de viaje con mi hijo de 10 años. Salgo del baño, suena el tema «New York, New York» cantado por Sinatra y lo veo bailando sobre una de las camas. Me subo a la de enfrente y bailamos y cantamos hasta que termina la canción. ¡Siento enorme alegría!