Febrero 1951:
Mi madre me cuenta que el día que nací se tuvo que ir caminando a la maternidad desde la casa de mi abuela. Apenas habían pasado cuatro meses desde el fin de la II Guerra Mundial. Me dice que mi padre me conoció recién ocho meses después. Se encontraba en un hospital militar francés como prisionero de guerra gravemente herido. Julio 1961:
Llego a Francia para hacer un intercambio de un mes. La familia con la que vivo es culta y muy cálida. Me sorprende agradablemente, pues pensaba que franceses y alemanes éramos «enemigos». La experiencia me abre nuevos horizontes y la curiosidad por conocer otras culturas. Enero 1980:
Tras obtener el grado de doctor en Historia, comienzo mi formación en una institución de intercambio cultural internacional. Abril 1982:
Después de dar mi primera clase de alemán a un nuevo grupo de alumnos, tres chicas latinoamericanas conversan en español sobre mí. La que más tarde será mi esposa dice que le gustó la clase. Las tres creen que no las entiendo. ¡Qué susto cuando se dan cuenta de que sí! Enero 1983:
Mi padre me dice que vaya a verle a solas al hospital. Sabe que va a morir. Hemos tenido una relación buena pero compleja, sobre todo en mi infancia y adolescencia. Es una reunión muy sincera y un gran momento de reconciliación. Septiembre 1983:
Estoy presente en el parto. Corto el cordón de nuestro primer hijo y lo baño. Agosto 1985:
Llego a una gran capital sudamericana para trabajar en la sucursal de mi institución. Estoy sorprendido, hasta un poco decepcionado. Esta ciudad enorme y muy moderna -casi europea- no se corresponde en nada con la imagen que yo tenía de la añorada América Latina, una imagen muy influenciada por la lectura de García Márquez y Vargas Llosa. Febrero 1990:
La familia se muda de un país latinoamericano a otro. Todos tenemos un poco de miedo. En la nueva ciudad visitamos el colegio al que van a ir los tres chicos. Nos muestran la sección preescolar. En una mesita han puesto medio kilo de plastilina. Nuestro segundo hijo, de cuatro años, se acerca con una gran sonrisa y empieza a «amasar» espontáneamente, con gran creatividad. ¡Batalla ganada! Abril 2013:
Estoy en el estreno de «Romeo y Julieta», en un teatro público de Berlín. Contemplo a la actriz protagonista y me lleno de orgullo. Es mi hija, que acaba de terminar su formación de actriz, y ya le han ofrecido ese papel en un gran teatro. Grandes aplausos. ¡Qué felicidad! Marzo 2017:
Recibo un WhatsApp desde Brasil. Me hijo mayor me dice que ha nacido mi primera nieta. La vida continúa con nuevas perspectivas.