Enero 1996:
Nace mi hija tras ocho meses muy intensos. Viene con un aura mas grande que el universo.
Diciembre 2016:
Un amigo, tal vez un amor, me lleva, atento, hasta casa luego de esperarme afuera de una filmación que se demoró mucho. Me agrada un poco. Pienso que seguro lo vuelvo a ver en la semana.
Octubre 2000:
Dicen que si no parás a tiempo, la vida te para. Sentada en el sillón del living de casa, con la pierna enyesada apoyada sobre una silla, miro por la ventana del sexto piso los pies de las personas que deambulan por la calle y pienso: «¿Recordaré cómo es caminar?».
Febrero 2017:
Decido renunciar a mi proyecto, la ONG que fundé y que me ayudó a perseguir mis sueños. Me siento liberada. Pienso que cada cosa tiene su tiempo y su lugar y que ese ya no es el mío. Ahora hay espacio para nuevos sueños.
Diciembre 1981:
Mi padre me lleva a la cabalgata de los Reyes Magos de Madrid. Los llama a los gritos para que me vean. Sé que todo es mentira.
Enero 1985:
Todavía tengo el traje de baño puesto y estoy llena de arena y sal. Mi papá y mi mamá me cuentan que los Reyes Magos son los padres, pero que si uno cree, es como si existieran. Entonces preparamos un recipiente con agua y un poco de pasto para que cuando lleguen los camellos tengan algo que comer.
Junio 2016:
Suena el opus 32 para violín, piano y orquesta. A tu lado siento tu mano fría, están todos alrededor. Una luz entra por la ventana. Me despido, te vas y por primera vez en mi vida siento la certeza de mi propia muerte.
Enero 1960:
Soy enfermera y tengo mi primer trabajo en neurocirugía. Me doy cuenta de que esto es lo que yo amo y que mis pacientes también lo pueden ver.
Octubre 2008:
Estamos buscando una casa nueva en Oriente de Santiago. Nos dan un dato y vamos a ver la casa. Entro y me gusta desde la puerta. Camino por las piezas y siento que ya es mía. No lo dudo, tiene que ser mi hogar. Rápido vamos al banco y entrego la garantía. Es la casa que quiero, no es necesario seguir mirando nada más.
Abril 1989:
Veo el Partenón y se me quitan las ganas de llorar.
Octubre 1984:
Beso por primera vez a alguien que realmente deseo, me excita. Al acercarse su boca, grito de miedo, de placer.
Enero 2000:
Mi hermana menor tiene a su segunda hija, quien nace con una discapacidad profunda y no sabemos si va a sobrevivir. La vida golpea en lugares impensados.
Diciembre 2005:
Con los pocos ahorros que tenemos, decidimos hacer nuestro primer viaje juntos. Vamos a Brasil. Estamos solos en un hotel inmenso. Nos sentimos poderosos, eternos.
Febrero 2005:
Terminan de abrirme el vientre, y si bien no veo nada, escucho todo. La anestesia es de la cintura para abajo. Acaban de sacar a la bebita que llora fuerte y constante. Está toda pegajosa y me la acercan al rostro, sigue gimiendo mucho. Olivia, Olivia, le repito susurrando. Le toco la carita. Me escucha y deja de llorar. Todo es de una intensidad inigualable.
Agosto 2012:
Es la primera vez que veo un cuerpo masculino. La sala está oscureciendo, en frente de mí y desde abajo veo todo su cuerpo, con manchas de claros y sombras en la piel por la luz que atraviesa las cortinas. Tiene quince años y su cuerpo está bien formado, con anchos hombros. Al hablarme mira hacia otro lado por la vergüenza. Pienso que se parece a una estatua griega.
Julio 2009:
Mi equipo puede ser campeón esta tarde. Es invierno pero hay sol. Voy solo al estadio. Disfruto muchísimo el camino. Me siento joven y fresco.
Marzo 1997:
Ella es ocho años mayor y la hermana de mi jefa. No nos conocemos, pero me saluda con un beso en la boca. La invito a salir y nos encontramos en la puerta del teatro. Sonríe, lleva los labios pintados y un sombrero rojo de pana algo atemporal. Nos sentamos y disfrutamos de «La Tempestad» de Shakespeare. Rozo su mano, entrelazamos nuestros dedos, siento electricidad recorrer todo mi cuerpo.
Abril 2002:
Me alejo 2000 kilómetros para ver el problema muy pequeñito. Emprendo un cambio de vida.
Diciembre 2004:
Armo el más maravilloso árbol de Navidad, el que siempre soñé. En la punta con una estrella grande llena de purpurina dorada.
Junio 2017:
Veo la sala llena, es la última función. Siento emociones encontradas. Alegría, tristeza, miedo.
Enero 2017:
Escribo un nuevo poema que me gusta. Siento una excitación tremenda en todo el cuerpo, electricidad y deseo.
Septiembre 2016:
La mejor amiga de mi novio se suicida en casa de mi suegra. Se ahoga con monóxido de carbono. Deja carteles, cartas, instrucciones. La policía científica me pide que sea testigo de las pericias en el cuerpo y en la escena del crimen. Me obligan a ver.
Julio 2004:
Estoy en viaje hacia el Festival de Teatro de Rafaela en una combi, con periodistas. Recibo un mensaje de texto de una amiga diciéndome que quiere presentarme a Hugo, que siente que debemos conocernos. Lo hace.
Abril 2017:
Caminamos por el centro de Tokio de la mano, cada uno con un globo, sonriendo como dos niños. Todos nos miran y sonríen. Un fotógrafo nos saca una foto y me pregunta qué me hace feliz. Le contesto: «Este momento».
Junio 1968:
Estoy en la cama, es de madrugada. Mi papá llega del teatro (es director), entra en nuestro cuarto y besa a mi hermana, después me besa a mí, se saca el sobretodo y me tapa. El sobretodo pesa. Me encanta que mi papá me bese y me tape.
Julio 2015:
La nieve es espumosa, suave, blanquísima y en cantidades. Puedo sentirla en la cara, cae como plumitas. Estamos los cuatro enterrándonos hasta la mitad de las piernas. Al llegar a la esquina vivimos el momento más divertido, más azul, la luz es especial y las niñas juegan. Todos reímos, parece que flotáramos.
Agosto 2004:
Domingo por la tarde. Llego a un galpón donde un grupo de 25 vecinos ensaya un espectáculo teatral. Hace frío, no son profesionales. Cantan y actúan como pueden y, sin embargo, la energía que circula me emociona e invade de inmediato. Cae la tarde en un galpón de Almagro, Buenos Aires. Sé que acá me quedo.
Enero 2014:
Entro a la carpa. Es mía y es mío el tiempo y la decisión de qué hacer con él. Estoy viajando sola por primera vez. Me da vértigo y una enorme alegría.
Diciembre 2011:
Tristeza profunda por la muerte de mi sobrino de 18 años en manos de la policía. No alcanzó todo lo que pude hacer para evitarlo.
Marzo 2016:
Me piden matrimonio. Digo que sí, pero no estoy segura.
Septiembre 2010:
Como no queda más espacio en la casa me llevo el colchón al teatro y lo pongo en medio de la sala. Es el dormitorio más grande que jamás he tenido. Y ahí es donde hacemos el amor.
Octubre 1988:
En familia contemplamos expectantes la televisión. Todo el país lo hace, debatiéndose entre la esperanza y el escepticismo. Esta noche se entregan los cómputos del plebiscito que divide a Chile entre el Sí y el No. Pasan las horas y las cifras no aparecen. En la madrugada un general de la Dictadura adelanta el resultado: «Tengo bastante claro que ha ganado el No». Nuestra alegría es desbordante.
Agosto 1982:
Llego a mi casa, no me abren la puerta. Logro entrar. Veo a mi madre tirada en el piso rodeada de botellas de alcohol.
Enero 1984:
Ya estoy harto de vertebrados, especies y familias. Siempre después del recreo... Termino mi chocolatina y decido que voy a ser abogado.
Febrero 2017:
Feriado de carnaval. Muchos están de viaje. Fin de semana de cuatro días. Decido pasarlos dentro de mi casa. En un momento dado, subo a la terraza del edificio y respiro.
Agosto 2011:
Aunque acabamos de dejarlo, me hace una propuesta de matrimonio por teléfono. Le digo que sí.
Septiembre 1990:
Mi abuela italiana me invita a almorzar a su casa. Comemos milanesas con papas fritas y tomamos coca. Después de mirar la telenovela, ella me dice que si me gusta un chico, siempre tengo que tener las piernas bien cerradas.
Febrero 2013:
Llevo dos meses sin salir de mi habitación. Después de doce años viviendo fuera del país, al regresar a Buenos Aires todo me parece sumamente triste. Siento que no pertenezco a ningún lugar ni a ninguna persona.
Noviembre 1982:
Mi hermano menor me cuenta que a los 5 años lo violaron. Pasó 15 años en silencio. A la noche me desmayo.
Octubre 1974:
En el acto escolar me toca actuar de granadero. Debo decir: «Buenos días, Capitán». Durante la función me sale una voz distinta y me asusto.
Enero 2004:
Una gran manada de monos avanza de modo intimidante hacia donde estoy con mi mamá, las dos quedamos paralizadas.
Enero 2014:
Suena el timbre. Abrazo a Alejandro luego de largos años sin vernos. Es un abrazo tan reparador que siento calor en el pecho y que dentro se unen las partes rotas.
Abril 1992:
Estoy esperando a mi hermano seis años mayor con mi mamá a la salida del colegio. Cuando él se acerca, hago mi gracia de hermana menor: le pego una trompada en el estómago y me río. Por primera vez, en público, me la devuelve y me deja sin aire. Me sorprendo de cuánto duele, pero disimulo. No le veo más la gracia.
Febrero 2002:
Mis papás discuten, me meto porque creo que mi papá tiene razón. Mi mamá llora mucho y se mete en su cuarto. Mi papá me dice que vaya a verla. Le digo que no. Mi mamá sale del cuarto sonriendo. La saludamos y nos vamos a una marcha en Plaza de Mayo. Volvemos y mi mamá ya no está.
Marzo 2015:
Felipe y yo nos vamos a vivir juntos. Ahora creo en el amor. Nos espera un monoambiente.
Agosto 2016:
Estoy en el aeropuerto El Dorado en Bogotá. Tengo miedo de enamorarme del mar y morir ahogado. Los andes son hermosos.
Agosto 2001:
En el colegio hay un concurso del día del abuelo y le propongo a mi abuela hacer juntas un postre, pero ella me propone hacer mole de olla. Cuando llego a la escuela, todos los niños llevan postres y nosotras somos el único platillo salado. Ganamos el primer premio. Una semana después, mi mamá comenta que no le conoce un solo postre a mi abuela.
Julio 1946:
Cruzo en un tren con mi madre y mis hermanos una Francia devastada por la guerra. A través de la ventana veo un edificio con los suelos colgando al que le faltan dos paredes. La sombrerera azul que hay sobre nuestras cabezas gotea. Mi madre no quería dejar los melocotones maduros en el jardín.
Marzo 1978:
Hay una maestra que hace sonar el zapato como un reloj para medir cuánto tardo en responder. Me hago un chorro de pis ante sus preguntas.
Agosto 1996:
Mi mamá y yo tomamos mates. Hablamos de su vida, de lo que hizo y de lo que no hizo. Después de un rato, sentencia: «El problema son los hijos; no tengas hijos. Te cagan la vida».
Febrero 2014:
Me pasan suero durante una semana entera. No me baja la fiebre y no puedo comer. Siento estar en una obra en construcción. Cuando me van a dar el alta canto una canción de Aladdín en el patio del hospital.
Julio 1978:
Estoy en la facu. Acabamos de ganar el mundial de fútbol. Se murió papá.
Marzo 2017:
Vuelvo a nadar después de muchos años, en la pileta de un gimnasio de mi barrio. Al principio todo me resulta extraño: los vestuarios, las antiparras, la gorra, la malla. Me tiro a la pileta e intento infructuosamente completar el primer largo. No puedo. Me ahogo. Tendrán que pasar unos días hasta volver a intentarlo.
Mayo 1982:
Estoy en el patio del colegio, tengo seis años. La madre de una compañera de mi grado se para frente a mí y se inclina mirándome fijo. Con su dedo índice y una uña larga pintada de rojo, me dice: «Que sea la última vez que le robás la comida a mi hija».
Enero 1978:
Es el velorio de mi bisabuelo y la primera vez que veo un muerto. Una tía me lleva hacia el féretro y me dice: «Dale un beso al abuelo que está dormido». Yo me descompongo, no por el dolor de la pérdida, sino por la impresión de tener que besar a un muerto.
Octubre 1969:
Llevo mucho tiempo esperando en la puerta del colegio. Nadie viene a recogerme. Una madre se ofrece a llevarme. Lo rechazo. No quiero que sepan que vivo en una casa oscura, pobre, una trastienda con goteras. Al rato, me pongo en camino; solo. Cuando llego a casa, me pongo a hacer los deberes.
Septiembre 2001:
Entro a clases y lo primero que veo es el televisor que anuncia que estamos en alerta roja de amenazas de ataques terroristas para la seguridad nacional. Hay mucho silencio y yo pienso que si realmente lanzan una bomba atómica en Washington, ¿llegará su radiación a Florida?
Enero 2016:
Dicen que hay habilidades que no se pierden jamás: andar en bicicleta, esquiar, tocar un instrumento, leer. No es cierto. Hoy mis errores jugando al tenis se vuelven tan graves que arruino cualquier partido a mis compañeros de juego . No tengo otra alternativa que abandonar el deporte.
Enero 1994:
Veraneamos solos con papá. Estamos creciendo, la ropa nos queda chica.
Diciembre 2016:
Él llega en bicicleta a las 3 de la mañana. Salimos a caminar por el parque, llegamos a un skate park e intenta hacer trucos con su bici. Contemplo la noche, el viento meciendo a los arboles y a él, sentándose a mi lado. Le doy uno de mis cigarros, me fumo otro y el último lo compartimos. En esta noche y tres cigarros no sé si lo quiero solo como un amigo, tal vez me gusta.
Abril 2002:
Me pierdo en la estación central. Digo que me llamo Jani, pero la gente dice que no me puedo llamar así.
Noviembre 1998:
Hago el amor con una chica llamada Petra Ekato. Llevo un diario y sé que es la mujer número 100 con la que tengo sexo. Luego le pregunto qué significa su apellido en griego. «Cien», responde. Ekato, como en «hecatombe», el sacrificio de cien reses. Siento que un agujero negro me traga.
Enero 1979:
En vacaciones, mi padre me obliga a hacer gimnasia en la playa. Las clases de gimnasia son cada mañana. Con el desayuno en la garganta, espero morir de dolor. Trato de olvidar la gimnasia en la playa para querer a mi padre. Algo mío nunca vuelve de esas vacaciones.
Febrero 1975:
Chapoteo en un charco bajo la lluvia y descubro la sensación de la ropa fría pegada al cuerpo.
Diciembre 2014:
Mi hija me comunica que se va de casa para vivir en la población en la que hace trabajo social voluntario. Tiene 16 años. Se acuesta a mi lado y duerme conmigo como cuando era chiquita. Me paso toda la noche llorando, acariciándola y mirándola dormir.
Agosto 2013:
Es el cumpleaños de mi mejor amigo Luciano. Veo a Julián por primera vez desde que le escribí cómo me sentía. Me ignora toda la noche. Llego a casa y lo elimino de Facebook y de mi vida.
Diciembre 2016:
Estreno mi primera ópera como directora escénica. Una de mis grandes maestras de la vida y del arte me dice: «Naciste para esto, guacha» y yo creo, o quiero creer, que tiene razón.
Marzo 1998:
Mi mamá encabeza una larga fila de niños jinetes. Con su brazo curtido por sol hace una seña para que frenemos.
Agosto 1995:
«A ver, ¿podemos ver tu medallita? Es para limpiarla» me dicen y se van las tres corriendo dejándome sola en la biblioteca de la escuela con una carta que explica que para poder incluir a Denise tuvieron que sacarme del grupo. Sólo teníamos 4 medallitas.
Septiembre 2005:
Son los últimos momentos de vida de mi mamá. Mis hermanos y yo estamos reunidos alrededor de su cama. De pronto ella fija la mirada en la foto de uno de mis hermanos que falleció de pequeño, se escucha un suspiro y sabemos que ella se ha ido.
Julio 2015:
Pasamos la noche juntos por primera vez. En la oscuridad total, me abraza pecho a pecho. Sólo se oye su respiración.
Abril 2016:
Me encuentro de casualidad con un hombre que amé con locura y no veo hace quince años. Él me habla pero yo no lo reconozco.
Junio 1974:
Murió mi madrina. Mis padres me llevan al velorio y me alzan para que le de un beso a la muerta. En vida la quería, en ese estado, no es ella.
Noviembre 2014:
Después de decirme por muchos años que algún día aprendería a tocar piano, por fin logro juntar el dinero para inscribirme en una escuela de música y realizar uno de mis sueños.
Septiembre 2015:
Tengo dos meses de atraso. Voy al ginecólogo, me hago una prueba y sale negativa. No estoy embarazada.
Septiembre 2005:
Voy a un concierto de Helmut Lachenmann con mi novia y un amigo. Salgo en el intermedio a fumar un cigarrillo y al volver lo veo sentado en las filas del medio conversando con alguien. Dudo si volver donde estaba o ir a hablarle. Me acerco y detiene su conversación para recibirme. Es amable y cariñoso, al final me da su correo.
Marzo 1978:
El hijo del dueño de la imprenta en la que trabajo hace que las empleadas jóvenes limpiemos los vidrios subidas a una silla para mirarnos las piernas. Si no lo hacemos, nos amenaza con dejarnos sin trabajo. Además, hago horario corrido y almuerzo acá. Me resulta intolerable.
Noviembre 2014:
Estoy en Nuquí, Chocó. El mar es hermoso. Nunca creí posible perder la noción del tiempo.
Enero 1990:
En la casa de Porota, amiga y vecina de mi abuela Elena. Las tres tomamos la merienda, yo bailo y canto canciones de un programa de Flavia Palmiero. Me preguntan qué quiero ser cuando sea grande y contesto: «Actriz, bailarina y presidente».
Agosto 1973:
Regresa la democracia, la primera que vivo con consciencia y euforia. Me convocan en la Universidad para un trabajo muy interesante. Me siento feliz.
Septiembre 1973:
Tengo seis años y estoy caminando rumbo al colegio. Es primavera. Un ruido ensordecedor, desconocido, inaugural, captura mi atención desde el cielo. Poco más tarde, el palacio de La Moneda comienza a arder bombardeado por los Hawker Hunter, con el prometeico presidente Allende dentro.
Septiembre 1978:
Empiezo a hacer terapia y por primera vez experimento cómo es sentirse bien. Soy consciente de las muchas cosas que me perjudican de mi entorno familiar. No duermo. Lloro durante toda una semana. Me doy cuenta de que puedo resolver mi angustia.
Enero 2016:
Me divorcio de mi primer matrimonio, llego a la casa y le pido matrimonio a mi actual pareja, el padre de mis dos hijos, y me dice que no.
Julio 1998:
Después de buscar incansablemente un lugar en donde hacer el doctorado, consigo una beca en Córdoba. Tengo que decirles a mis padres que me voy a mudar a más de 500 km. de casa. Les lleva un tiempo pero lo aceptan. Entienden que persigo un sueño.
Abril 1979:
Le dan el alta a mi hijo Alejandro después de 60 días de incubadora, que había nacido con seis meses y medio y apenas 1,400 kg de peso. Una vez en casa, nos turnamos con la mamá para alimentarlo cada 120 minutos en una habitación con clima controlado para que no corra riesgos y aumente de peso.
Septiembre 2017:
Terremoto en Ciudad de México. Soy mejor persona, más amable y cálida. Soy México.
Junio 1992:
Estoy tomando el sol en la terraza de la casa de mi madre, en Utrecht. Ella está justo debajo, en su habitación tumbada en la cama. Los médicos, por fin, se han decidido. Miro el reloj y me doy cuenta: en exactamente 24 horas mi madre habrá muerto.
Febrero 2008:
Conozco en una cita a ciegas a Gerardo. Una amiga en común había cruzado nuestros teléfonos, pero no nos conocíamos ni sabíamos nada uno del otro. Salimos a tomar algo y amor total.
Agosto 1970:
Siento el vidrio caliente y la luz del sol contra mi cara. Miro por la ventana la tarde y veo la carreta con los mimbres y los caballos avanzando por la calle empedrada. Me siento bien.
Enero 1968:
Me entero que los Reyes Magos son mis padres. Lloro toda la noche junto a la ventana de mi cuarto. Mi primera desilusión.
Mayo 2000:
Acabo de leer «En busca del tiempo perdido» y me siento huérfana.
Octubre 1992:
Adopto una bicicleta que nadie quiere. Es de carrera, azul y de mi tamaño. Hago girar el manubrio 180 grados y queda como si el aparato tuviera dos cuernos. En una pequeña pendiente de una calle lateral aprendo a andar sin manos.
Mayo 1985:
Es el día siguiente al entierro de mi madre. Algunos familiares nos vinieron a saludar y están en el comedor. Yo estoy solo en el living y me empiezo a angustiar porque el lunes tengo lección de Geografía y le tengo pánico a la profesora. Pienso: «¿Perdí a mi mamá y me estoy haciendo problema por una lección?»
Agosto 2015:
Nuestro objetivo es hacer 500 km en bicicleta en siete días. No me siento para nada preparada físicamente y tras los primeros 40 km las piernas ya no rinden. Es el cansancio más doloroso que experimento, pero logro terminar con una sonrisa de gran satisfacción.
Febrero 2001:
Mi hermano pone un CD en el estéreo mientras vamos por la ruta. Escucho por primera vez a Britney Spears, es el principio del resto de mi vida.
Enero 1985:
Nos mudamos a Martínez. Mi marido trabaja allí y yo ya no trabajo para poder dedicarme a mi hijo. Yo no quería, no conozco a nadie. Soledad del barrio, llueve y me pongo a llorar.
Junio 2016:
Voy viajando a Madrid. Jamás había viajado sola ni tan lejos. Jamás había tenido tanta pena. Pero, como dijo la Nico que pasaría, me subo al avión y las ciudades se vuelven puntitos, los puntitos, escarcha, y la escarcha se borra con el mar.
Marzo 2009:
Mi perro, que nunca sentí como mío, me muerde y lastima mucho. Me deja su mandíbula tatuada en mis rodillas y en mi brazo.
Julio 2010:
Recorro Auschwitz con un grupo de turistas. Llueve de a ratos. La guía nos explica sofisticadas técnicas de exterminio mientras vemos pilas de zapatos de niños, pelo humano en madejas interminables, valijas antiguas, garrafas vacías. Las lágrimas me nublan la vista, y así evito confirmar que algunos pasean por las barracas como si fueran los pasillos del Louvre.
Febrero 2017:
Es la segunda semana del mes y siento que todo se desmorona. Hago un esfuerzo sobrehumano y mando a imprimir mi tesis de doctorado. Una mujer a mi lado en el colectivo lee una novela: «También esto pasará» se llama. Siento que es un mensaje secreto.
Mayo 1991:
No hay nada para cenar y somos ocho. Salgo con mi mamá al abasto. Toma un kilo de harina pan, un queso y una lata de atún. Cuando vamos a pagar, la cajera le dice: «¿Está escondiendo esa lata de atún, señora?». Mi mamá contesta: «Es que no me alcanza». Allí me doy cuenta de que mi madre también tiene defectos.
Enero 1975:
Mi hermana se va a estudiar al extranjero. Todos lloramos, no quiero que se vaya. Quisiera irme con ella. Me prometen que volverá. Veo desde la terraza elevarse el avión, el estruendo retumba en el pecho, y en todo el cuerpo, y ya nadie me escucha llorar.
Julio 2007:
Estoy en Bariloche. Estoy cansado. Quiero entrar a la habitación. Está cerrada porque hay gente adentro. Lloro de cansancio. Alguien me lleva a dormir a otro cuarto. Me duermo.
Agosto 2010:
Es el día más feliz de mi vida: me caso. Antes de ir al altar, pido la bendición a mi abuelita materna. Ella está tan contenta como yo, pero no recuerda quién soy. Lloro en silencio.
Agosto 1992:
Oigo a la azafata que dice con un fuerte acento chino: «Lamentamos anunciarles que vamos a realizar un aterrizaje de emergencia». Luego el avión desciende en picado.
Julio 1990:
Finalmente llega el vestido marinero que mandé a hacer a la medida para el «jean day» de mi colegio. En la tarde alguien jugando revienta bombas de agua en mi espalda, mojan mi traje y yo me pongo a llorar en un baño sin que nadie me vea.
Enero 2009:
Estamos de gira en la Patagonia con una reducida compañía de teatro independiente. Yo soy la asistente de dirección, mi amigo Pedro es el escenógrafo. Creo que me estoy enamorando y me parece que es recíproco. Nadie sospecha, porque suponen que sólo salgo con mujeres. En el hotel, a la hora de repartir los cuartos, digo abiertamente: «Yo, con Pedro».
Junio 2007:
Repruebo todas las materias en la escuela y le miento a mis padres para obtener un celular y un teclado.
Enero 2015:
Recorro Perú y Ecuador con mochila. Leo mucho. Hago amistades. Quiero a un chico. Conozco a un poeta ecuatoriano y me empiezo a interesar por la poesía.
Agosto 1959:
Me doy cuenta de que mi mamá es falsa, mentirosa, dice muchas estupideces y me atrapa poniéndome en la posición de víctima y me deja sin herramientas para sociabilizarme. Le pierdo la confianza.
Marzo 1973:
Estoy con mis hermanas Carola y Marina en el asiento de atrás de un auto. Vamos tapadas con una manta. De fondo se escuchan los bombos y la gente caminando hacia nuestra casa por la ruta 8. Tenemos que huir, lo dejamos todo. Observo a papá parado con su ambo blanco en la puerta del hospital. El generalísimo ha decidido nuestro destino. Perón, Perón, qué grande sos...
Octubre 1952:
Tengo tres años y estoy con mi abuelo Manuel que me lleva en el tranvía. Es una hermosa tarde de sol, estamos yendo a una plaza. Me gusta mucho pasear con él, sentir su mano segura apretando la mía. Me tiene mucha paciencia, lo quiero mucho. Creo que también me quiere.
Octubre 2016:
Mis hijos y algunos parientes se ríen de mí, dicen que estoy loca por trabajar como actriz. A lo mejor lo estoy, pero ¡hago lo que me gusta!
Noviembre 1975:
Voy caminando de la mano de mi abuela hacia el sanatorio a conocer a mi hermanita que acaba de nacer. Me tropiezo con un árbol. Me lastimo la rodilla derecha. Al llegar a la guardia me dan cinco puntos. Tener una hermana me deja una cicatriz.
Abril 2017:
Los dos hemos estado viajando mucho y hace un tiempo que no nos vemos. Hoy vuelve a casa y yo decido esperarlo con comida casera. Comemos y tomamos vino. Dos horas después nos separamos.
Julio 2002:
Estamos en la terraza de un departamento céntrico. La noche cálida y la luna llena. Alto el volumen, la música canta: «Dicen que dicen, dicen que dicen». Nosotros, desnudos, bailamos.
Julio 1998:
Estoy en la casa de Martina, mi mejor amiga del nuevo colegio. Es invierno, afuera llueve muchísimo y ya es de noche. Mientras miramos las estrellas que brillan en la oscuridad que tiene pegadas en la pared, en la radio suena «Vuelve» de Ricky Martin y ambas lloramos con fotos de los chicos que nos gustan y no nos dan bola en la mano. Nos fomentamos mutuamente el melodrama.
Julio 2017:
Me tomo una cerveza con él, en Parque Avellaneda. Vuelvo a creer y me hago mierda.
Diciembre 2013:
Estoy en Múnich, en la casa de mi hermana. Antes de Navidad, llamo a casa para hablar con mi pareja. Siento que levantan el auricular, pero nadie responde. Impaciente, digo: «¡Cecilio!». Una voz desconocida me responde, y cuando repito el nombre, me cuelga.
Febrero 2004:
Nos mudamos de Recoleta a Quilicura. Tengo que dejar a mis amigos, mi colegio y la casa en la que vivía. No me acostumbro al cambio. Los niños de mi nuevo colegio tienen una manera de comportarse completamente diferente a mis compañeros de antes.
Febrero 1992:
El padre de mi mejor amiga intenta tocarme la cola mientras yo estoy recostada. Me niego y salgo de la pieza. Le cuento lo sucedido a Lorena cuando volvemos a la casa, ella no lo puede creer. Al llegar, ella y su hermano me dan una carta y se van. La carta dice que no quieren verme más.
Mayo 2017:
Me siento tranquila y privilegiada. Llego a un acuerdo con la muerte: yo trabajo para la vida y ella deja de visitarme tan seguido.
Junio 2010:
Con las manos aún con olor a almendra y oporto tomo tu mano. Estoy muy cerca de ti, suena tu respiración forzada. Te miro como se mira la última vez. Desconecto la máquina. Todo es silencio, termina el dolor y empiezo a escuchar mi llanto.
Febrero 2014:
Living de mi casa. 11 de la noche. Cecilio me dice desafiante, sentado en el sofá: «Yo no me voy. Vas a tener que pagarme si no me querés más acá». Se pone de pie. Aprovecho para sujetarlo de la nuca, lo llevo a la puerta de entrada y le digo: «O terminamos 20 años de relación de manera civilizada o te arrojo a la calle. Ya tiraste demasiado de la soga».
Diciembre 2015:
Estoy en mi primera sesión de Reiki. Hace dos semanas hice una fibrilación auricular y me hicieron una cardioversión eléctrica: un shock para que el corazón recupere su ritmo natural. Cuando Mary, la reikista, apoya sus manos sobre mi cabeza, me largo a llorar como casi nunca antes lo había hecho. Ahí me doy cuenta de la angustia y el miedo a morir que sentí.
Diciembre 1997:
El mismo día que muere mi abuela Concha, con 96 años, se hace pública la lista de admitidos a un máster a cuyas pruebas selectivas yo me había presentado, con otros 330 aspirantes: a los siete primeros clasificados les darían una beca completa (mucho dinero). Saco el número uno. Durante el velatorio y el entierro recibo pésames y felicitaciones a la vez.
Agosto 1985:
Compro mi primera guitarra en un mercado de Paracho, Michoacán.
Enero 1982:
Llevo un jardinero rojo y una máquina de calcular amarilla en la mano. Voy de visita a la casa de una señora amiga de mi madre, tengo cuatro años. Ella tiene un hijo adolescente. No sé quién es pero me gusta ir a verlo.
Enero 2006:
Acabo de conocer a Fernando, me gusta mucho. Me da vergüenza que lo note. Solo alcanzo a pedirle su número de celular. Cuando llegamos a la esquina de Santa Fe y Pueyrredón le digo que tiene que seguir de largo, yo doblo. Me puse nervioso.
Mayo 2017:
Cae la tarde y llueve muchísimo, veo pasar a mi lado a mi padre que se tapa con un periódico. Va detrás de unas personas que no le hacen caso. Siento lástima por él pero no me atrevo a hablarle. Me duele mucho el corazón.
Septiembre 1980:
Sale a la venta un nuevo álbum de figuritas y mis padres se oponen a gastar el dinero en eso. Mi abuela me propone un trato: robarle plata a mi abuelo y esconder las figuritas en su casa. A cambio yo no le diré a nadie que ella se compra chorizo seco y lo esconde en el gallinero. Ninguno delata al otro.
Enero 1979:
Acaba de nacer mi hermano. Yo quería llamarle Fofito, pero mi madre no ha querido. Le pone Antonio, como su padre y el mío.
Marzo 2017:
Recibo un WhatsApp desde Brasil. Me hijo mayor me dice que ha nacido mi primera nieta. La vida continúa con nuevas perspectivas.
Agosto 1966:
Es mi séptimo cumpleaños. Invito a todo el grado. Mi mamá prepara tortas con una amiga y también hace los regalos que se van a llevar todas las invitadas. Hay una titiritera. Mi cama está llena de regalos. Siento que mi hermana está celosa. Tengo una rara sensación. Creo que quiero disimular que los regalos y el festejo me importan.
Marzo 1966:
Tengo 6 años. Me dejan pupila en un convento. Nunca me vienen a ver.
Noviembre 2016:
Estoy en el quirófano, tengo mucho frío y estoy temblando. El médico hace un corte en mi abdomen bajo, diez minutos después saca a mi hija. Son las 20:03, se llama Martina.
Diciembre 2015:
Conozco al amor de mi vida, a esa persona que va a estar hasta el último día a mi lado y yo al suyo. Mágico, a flor de piel, vivo, adrenalínico, perfecto, amor sano y real, verdadero.
Mayo 2017:
Mi mamá me propone ir juntas a una manifestación. Nos encontramos entre la multitud, caminamos de la mano y coreamos juntas todos los cánticos. Mientras rebotamos en un mar de gente al grito de «¡El que no salta es militar!», ella me mira feliz como una nena y dice que está muy contenta porque hace 30 años que no iba a una marcha. No lo puedo creer. Salto con ella mientras se me caen las lágrimas.
Mayo 2017:
Estoy en la terraza de la casa de Emilio. Nos tiramos al piso. Son las cuatro y media de la tarde. La terraza tiene pasto sintético. Nos levantamos y nuestras camperas están llenas de pelusas verdes.
Octubre 1991:
Estoy acostada en mi cuna. Mis papás me miran desde arriba. Ella, con un vestido negro. Me dicen: «Nos vamos a un casamiento. Buenas noches, Ángeles». Ángeles soy yo. Ese es mi nombre.
Septiembre 2001:
Hoy mi hija menor cumple 7 años. Tenemos organizada una fiesta en el Museo de los Niños Abasto. Suena el teléfono. Un amigo me dice que mire la tele. La prendo y veo cómo se caen las Torres Gemelas. Los padres empiezan a llamar preguntando si suspendemos el cumpleaños. No lo suspendemos. En el museo hay muy poca gente y yo miro por todos lados por si sucede algo raro.
Agosto 1988:
Reunión en Nueva York. Hago una propuesta. El americano que lidera la reunión me dice que lo que planteo no es «KISS». No encuentro vínculo alguno entre lo que postulo y un beso. Me explica que «KISS» significa «Keep It Simple and Stupid». Que si deseo hacer que algo funcione, esto debe ser simple y estúpido.
Diciembre 1988:
El club de mis amores, Nacional, acaba de salir campeón del mundo, por penales, en Tokio, contra el equipo holandés de la Philips. ¿Qué más puede pedir un hincha a los catorce años?
Marzo 1993:
Mi abuela me regala un «Pequeño Manual de Piedad» con una gran cantidad oraciones católicas. Cada oración promete una cantidad determinada de «días de indulgencia». No tengo en claro lo que eso significa pero por las dudas rezo varias veces la que más días de indulgencia otorga. Me obsesiono con los rezos al punto que ocupan casi todo mi tiempo libre.
Junio 1969:
Mi madre me golpea con una escoba en el ojo por no tener listo el almuerzo. Me deja una marca.
Septiembre 1999:
Siento furia: mi novia me ha engañado con otro, yo la he engañado con otra. Esa furia injusta de mi soberbia me conduce a un local nocturno en mitad de las fiestas nacionales y bailo con una señora mayor, a la que persigo de forma insistente. Se molesta pero sabe que soy sólo un niño despechado. Me deja de lado. Vuelvo conduciendo borracho.
Febrero 1999:
Hace 7 meses que estoy viviendo en Córdoba, soy feliz haciendo lo que siempre soñé. Salimos con unas amigas un viernes por la noche, una salida no programada, y conozco el amor de mi vida.
Abril 2012:
Mi papá me toma de las manos. «Hay tiempo» me dice, «tenés tiempo».
Mayo 1976:
Mi padre se monta en un avión. Los motores fallan. Todos los ocupantes pierden la vida.
Octubre 2016:
Estoy en la casa del guionista del cortometraje independiente en el que estoy actuando y me atienden como una reina. Puedo actuar con habilidad y buscando un estilo propio. Esto me hace sentir completa.
Mayo 2011:
City Hall, NY. No tengo nada que pensar: «Yes, I do, naturalmente». Con un testigo basta.
Diciembre 1980:
Estoy sentado en el salón frente al tocadiscos con una aguja de punto verde en la mano. Dirijo «Las cuatro estaciones».
Noviembre 1999:
Pablo y yo nos mudamos juntos. Es mi cumpleaños. No tenemos cama, pero queremos que sea ese día y dormimos en bolsa de dormir.
Octubre 2016:
Estoy en el tren Sarmiento. Voy a la Universidad de Moreno, a dar clases. Es una soleada mañana de sábado. A lo largo de todo el camino, cientos de personas marchan en procesión a la Basílica de Luján. Cuando me bajo del tren, veo que la avenida principal está cortada. No sé como haré para entrar a la universidad. Camino con las personas que marchan. Soy uno más de ellos. Casi sin quererlo.
Marzo 2010:
Leo sobre la cama, pienso seguir así hasta que tenga alguna idea sobre cómo continuar.
Diciembre 1980:
Mi padre se lleva las cosas que el juzgado le da en el acta de separación. La que iba a ser mi cama, una mesa azul, la mitad de la vajilla, un televisor y su ropa. Mi madre y yo estamos juntas en el pasillo, ella me abraza por los hombros. Mi padre cierra la puerta y queda todo en silencio mientras nosotras seguimos mirando la puerta.
Septiembre 1993:
Me enamoro de mi mejor amigo. Demasiado tarde.
Octubre 2010:
París. Mi matrimonio termina en un skype.
Marzo 1972:
Mis padres traen a casa a mi hermano recién nacido. Al ver que no tiene pelo, les pregunto: «¿Lo habéis llevado a la peluquería?»
Enero 2011:
Es una noche estrellada, estoy esperando detrás de una puerta blanca, ella grita. La médica sale y me la da en brazos. Ella me mira con esos ojos que me cuentan el mundo. Es Francesca, mi primer hija.
Abril 2017:
Conozco a Nina, que acaba de nacer. Es una de las pocas personas que conozco desde el día de su nacimiento. Siento que empieza un vínculo que no tendrá fin.
Febrero 2016:
Apenas entra a casa, lo abrazo y me pide: «¡Decímelo!». «Te quiero», respondo. Hacemos el amor apasionadamente. Hablamos de su esposa y de sus hijos. Tomamos un café. Antes de irse, me mira desde la puerta y me dice: «Yo también te quiero».
Julio 1993:
Estoy de fiesta en casa de una amiga del instituto. Acabo de perder la virginidad. No ha sido para tanto.
Julio 1998:
Muere mi abuela paterna y yo abrazo a mi papá sin entender del todo lo que significa esa muerte para él o para mí.
Enero 2015:
Estoy en el lugar donde se cuentan los sufragios de la elección a Presidente de la República. Gana nuestro candidato. No lo puedo creer.
Enero 2001:
Llego a la ciudad en la que siempre quise vivir y tengo cinco años por delante. Es verano, mucho calor, mucha humedad. Camino por primera vez del centro a San Telmo. Absorbo el ambiente, respiro los nuevos aires. Son casi las doce de la noche, veo una parrilla vacía, entro y tomo asiento debajo del ventilador. Pido mi primer bife, papas y vino. Olvido quién soy.
Julio 1994:
Me enamoro por primera vez, y mucho, de un chico que juega al fútbol conmigo, pero tengo novia. También me gusta el hermano de mi novia.
Diciembre 1999:
Conozco lo que es una consola de video juegos. Quedo impactada.
Noviembre 2000:
Me siento horriblemente débil, y después de saltar por distintos consultorios caigo en el de la doctora Jauregui, hematóloga. Me dice que me falta de todo en el cuerpo. Me advierte que si no como, me voy a morir. Y me asusta: «Te vamos a tener que internar, atarte a la cama, alimentarte a la fuerza».
Octubre 2015:
Son las once de la noche, hace calor en casa y estoy pariendo a mi hija junto a mi pareja y una matrona.
Agosto 2012:
Estoy entrando al quirófano, tengo mucho miedo, la plancha operatoria está demasiado fría, mi corazón late muy fuerte y estoy sudando. Despierto, no puedo respirar, mis pulmones están llenos de líquido, me colocan una máscara que me aprieta la boca y la nariz, siento que me succiona la cara, los médicos están pegándome en la espalda. Ahora me voy quedando dormida, las voces van pareciendo lejanas.
Mayo 1982:
Visito a mi madrina en Rosario. A mi madrina le dicen la Conce. La Conce patea la tortuga cuando cruza distraída el patio. La Conce levanta la tortuga y grita: «Así te voy a levantar a vos, si te quedás parado en el camino». También me hace creer que ella come cantos rodados y que si alguien come cantos rodados pierde los dientes pero vive muchos años.
Octubre 2014:
Con 18 años recién cumplidos, salgo del colegio para encontrarme con un hombre 26 años mayor. Camino diez cuadras hasta su casa. Al alzarme, desnudos los dos, el placer invade mi cuerpo como una descarga eléctrica.
Septiembre 1950:
Empiezo la secundaria. Todos los días, de camino a la escuela, deseo estar muerta o gravemente enferma para no tener que ir al colegio nunca más.
Abril 2010:
Estoy sentada con las piernas cruzadas en un templo budista y medito por primera vez. Siento la espiritualidad como una fuerza nueva que crece en mí y que nunca me dejará. Tras cuatro años de yoga estoy en un camino que me marca mi lugar y mi sentido en el universo, que me permite aceptar y dejar ir. Estoy agradecida.
Junio 2012:
Estoy en Berlín, no hablo alemán, no conozco a nadie.
Mayo 1993:
Mi hermano llega de su escuelita y su principal preocupación es transmitirme lo que ha aprendido en sus clases. Nuestro «lugar de trabajo» es bajo un escritorio gris de metal frío, ahí es donde aprendo a leer mis primeras palabras.
Junio 2005:
Luego de haberle dejado unos regalos e ir a almorzar, volvemos a la casa de Nicanor. Al llegar a su puerta se oye a todo volumen uno de los discos que le regalé. Nos ve en el antejardín, se acerca y comienza a recitar Hamlet. Se detiene y me pregunta: «¿cómo sigue?». No lo sé, pero recuerdo la escena del comienzo, recito, me oye atento, hace un gesto de aprobación y nos invita a pasar.
Marzo 2016:
Mi perra no para de ladrar, así que me levanto a ver qué pasa. El vecino trajo un cerdo como mascota. Es negro, gigante y está en el patio que compartimos. Lo espiamos con Luna por la ventana. Vemos cómo se come todas las plantas.
Diciembre 2001:
Estamos en la pileta en casa de mi mejor amiga del colegio cuando mi papá me viene a buscar. Las cosas en la calle se están poniendo feas y me lleva a casa, que es a tres cuadras.
Enero 2011:
Camino solo por la montaña en el sur de Argentina. Comprendo que, en el silencio, todo está vivo.
Noviembre 2012:
Acaba de morir mi madre. Estábamos felices y de pronto hemos tenido que traerla al hospital. Todo fue muy rápido. La beso, le acaricio las manos, le arreglo el cabello. Salgo de la emergencia y grito de dolor.
Octubre 2009:
En Shanghái, a la noche, encienden miles de luces y siento una excitación como la que deben experimentar los bichos que revolotean alrededor de los tubos fluorescentes.
Agosto 2004:
Se sienta en el banco de madera del quincho del club. Me recuesto sobre sus piernas, elevo mi cabeza y él me besa. Siento confusión. Es el primer beso. De los dos.
Enero 1990:
Encuentro en la calle a mi gata Sonia.
Octubre 2014:
Felipe sale del vientre de Fernanda en manos del obstetra. Su primer llanto contagia el mío. Lloro de alegría, como nunca lloré antes. Lloro desde las tripas mientras su madre lo recibe en su pecho.
Abril 1974:
Me estoy casando. La quiero mucho. Deseo vivir con ella, que sea la madre de mis hijos. Mi mamá no está muy feliz, pero siento que no es mi problema. Están mis amigos para festejar y estoy seguro de lo que hago, como si esa seguridad viniera desde antes de mí.
Septiembre 1997:
Toco el timbre de la casa de M., a donde fui sin anunciar mi visita. Me recibe con sorpresa, pero también con alegría. Vamos hasta la terraza. Hay mucho sol, tomamos un té. Un vínculo de hierro se empieza a gestar.
Noviembre 1975:
Por el tronco de un árbol veo un desfile de hormigas. Me emociona la belleza de esta silente expresión de la vida y la posibilidad de intentar seleccionar y organizar las palabras para testimoniarlo. Sentado sobre el pasto escribo un poema, el primero.
Diciembre 2001:
El país es un caos. Nos conocemos con Juan y todo brilla. Mi primera vez en el verdadero amor. «Qué suerte que sos vos». Juntos todo es posible.
Marzo 2015:
Conozco a un hombre maravilloso que me hace dudar tanto. Me enseña mucho sobre el amor y sobre mí.
Febrero 2015:
Abro mi corazón por primera vez a alguien. Espero que esto funcione.
Septiembre 2012:
Día de la Primavera. Es la primera vez que pruebo el ácido. Tengo un espejo recién robado en el bolsillo. Escucho de principio a fin el disco «Merriweather Post Pavilion» de Animal Collective. En el colectivo, puedo sentir cómo me trago mi propia boca.
Agosto 2012:
Con Felipe vamos a buscar un gato al refugio de Laguna verde. El primero. Vemos uno amarillo con blanco que es muy juguetón pero hay otro en el suelo que está agonizando. Lo llevamos con el veterinario y al volver el amarillo ya no está. Elegimos a otra, oscura y misteriosa. Cuando ya nos vamos aparece el amarillo. No podemos decidir y nos llevamos a ambos. A Iñáki no le gusta la idea.
Agosto 1992:
Hoy tengo cita para hacerme una fertilización in vitro. Pero antes de ir, Diego insiste y me hago un test de embarazo en la bañadera. Me dice que tiene dos líneas. Vamos al laboratorio y Piti nos confirma el embarazo. Brindamos con Hugo en la fábrica con champagne. Felicidad total.
Marzo 2010:
Estoy en la sala de partos. Es de madrugada y estoy exhausta. Mi hijo nace, azul, inmóvil. Creo que está muerto.
Junio 2004:
Noche de San Juan en San José. Tengo mi primera experiencia transpersonal. Dentro del agua, despliego mis extremidades y miro al cielo mientras floto. Estoy claramente colocada. El mar está en calma y mece mi cuerpo lentamente, lo acuna. Escucho el movimiento del agua multiplicado e incluso cómo la arena se esparce y deposita en un lugar nuevo. Las estrellas son ultra nítidas. Siento que soy parte del Universo y que me voy a fundir de un momento a otro con el agua, que voy a convertirme en materia líquida. Viajo más allá del tiempo y del espacio. Por un momento pasan ante mí los momentos más felices de mi vida y conecto todas las dudas existenciales con una respuesta lógica. El Cosmos y yo somos uno. Experimento paz.
Julio 2014:
Cruzo el Sena con mi bici y observo cómo todos los edificios haussmanianos se bañan de naranja. Son cinco minutos mágicos antes de que el sol se esconda.
Enero 1990:
Subo a un taxi con mi madre. Me dice «Siempre vos tan perfectita». Las lágrimas inundan mi rostro.
Octubre 2016:
Llego a casa de mi tía en Holanda. Es la primera vez que conozco a Ainoha, Ainhara y Aurelia, sus tres pequeñas hijas. Nuestra mezcla de sonidos, muecas, inglés, español y holandés funciona. Nos entendemos de inmediato.
Octubre 2010:
Tengo a mi bebé a upa. Jugamos en la terraza, lo acuesto en mis brazos y los dos giramos a toda velocidad. Los colores que nos rodean se aceleran. Mi hijo ríe y yo veo que asoma, como una puntilla de encaje, su primer diente.
Enero 1993:
Son las dos de la tarde y estoy tomando sol en el patio del jardín de mi casa. Mi hermano se despide, llevándose su ciclomotor. «Chau, cuidate», respondo con los ojos cerrados a causa del calor. No vuelvo a verlo.
Septiembre 1973:
Mi madre me lleva de la mano, vamos a comprar a un lugar llamado economato. En la entrada hay un hombre muy alto, miro sus grandes botas de muchas amarras, recorro con la vista sus piernas hacia arriba, tiene los brazos doblados y sostiene cruzado un aparato de fierro, una metralleta, tiene un casco. El economato está cerrado, nos ordenan devolvernos. Hay toque de queda.
Octubre 1999:
Mi hermano gemelo, con quien siempre fuimos inseparables, vuelve de un viaje de cinco meses por Europa. Antes de irse, teníamos los dos el pelo largo. Cuando llega, tiene otro corte, que es como el que yo tengo ahora. Todos en el aeropuerto pensamos lo mismo: «La puta madre, son iguales».
Noviembre 2016:
Acabo de terminar de dar una clase. Es el último día del curso. Me despido de los alumnos. Estoy satisfecho. Camino unas cuadras y llego a la feria del libro teatral. Es un hermoso atardecer de primavera. Recibo un llamado. Mi papá se accidentó seriamente, me dice mi mamá.
Julio 1978:
Estoy parado con mi amigo Federico en el patio del jardín de infantes. Estamos solos. Dentro ya ha comenzado el acto de celebración del Día de la Independencia. Nadie viene a buscarnos.
Marzo 2000:
Me recibo de psicóloga sintiéndome devorada por deseos de realización. Pertenezco a la primera generación de mujeres en hacerlo, habiendo tenido una abuela analfabeta y una madre que no terminó la primaria. Doy un salto generacional.
Septiembre 1991:
Estoy en el colegio secundario y decido, con dos amigos, presentarme a un concurso de teatro juvenil. Escribimos, dirigimos y protagonizamos una obra llamada «Arte y Sociedad». Mi objetivo, uno solo: decirle a todo el pueblo que soy gay. Todos lloran. Yo siento la hipocresía.
Septiembre 2014:
Me siento en las escaleras. Miro al cielo con lágrimas en los ojos y deseo que un avión caiga sobre la casa porque no tengo más fuerzas para seguir luchando.
Febrero 2017:
Le digo a mi madre que soy gay y que estoy orgulloso de mí. Nunca vi una cara tan deformada por la tristeza y el vacío. Me da una hilera de besos desde la frente hasta la punta de la nariz. Siento sus lágrimas corriendo en mis cachetes. La metáfora de sacarse una mochila de encima se hace carne en mí.
Agosto 2007:
Estira sus manos hacia mí y me da un escalofrío. Quiere que la rescate, pero rápidamente el médico corta el cordón y se la lleva.
Abril 2011:
Estamos escuchando las presentaciones del taller de proyectos culturales y hay un chico muy interesante que habla sobre hacer un gran juego usando la ciudad como tablero. Me decido a hablarle.
Enero 1977:
En un campamento escolar, caminando con mis amigos por el medio del campo, me caigo en un pozo. Todo se vuelve oscuro. Manoteo en el aire y logro asirme a algo, y paro de caer. Salgo como puedo de las profundidades. Me doy cuenta de que podría haber muerto.
Abril 2017:
Me levanto muy temprano, antes de las seis de la mañana, para ir a dar clases. Es de noche. El otoño ya empezó. Hay hojas por todas partes y mucho silencio. Tomo el Metrobus para ir a Liniers. Tengo un «dejà vu»: recuerdo Berlín. Una mañana. Este mismo año. También oscura, pero con nieve. Tomé el S-Bahn para ir al aeropuerto. Todo me parece idéntico, aunque sea completamente diferente.
Abril 2013:
Estoy en el estreno de «Romeo y Julieta», en un teatro público de Berlín. Contemplo a la actriz protagonista y me lleno de orgullo. Es mi hija, que acaba de terminar su formación de actriz, y ya le han ofrecido ese papel en un gran teatro. Grandes aplausos. ¡Qué felicidad!
Septiembre 2004:
Es martes. Me cambio y llego temprano a la sala donde defenderé la tesis. Me pasé todo el fin de semana terminando la presentación y practicándola en frente de la computadora. Todo empieza puntual, y va muy bien. De pronto, llego a la última filmina y mi voz se resquebraja, me saltan las lagrimas. No lo puedo creer: ¡terminé el doctorado!
Diciembre 2013:
Nuevo hogar, ahí frente a mi ventana está el mar, no había donde ponerlo, por eso Dios lo puso ahí. Recuerdo a Neruda, soy feliz.
Mayo 2013:
Surfeo la primera ola y concibo lo que significa vivir y estar en el momento. Estoy exultante. No quiero estar sin el Atlántico. Escuchándolo y sumergiéndome me siento liberada. No hay pensamientos, no hay recuerdos y no hay mañana.
Marzo 2015:
Entro a estudiar, siento que me equivoqué.
Junio 2011:
Mi mamá es atropellada por un colectivo. Único consuelo: decido donar sus órganos.
Enero 1980:
Se suicida mi madre y mi vida queda marcada para siempre. Siento pena, bronca, alivio.
Diciembre 1988:
Me dan una espada con luces. Estoy encantado. Duermo con ella.
Abril 2002:
En el funeral, mi abuela grita al ver el cuerpo de mi abuelo. Yo siento que es solo un cuerpo y me pregunto si debería sentir algo más.
Mayo 1987:
Su madre sale de casa y grita. Me asusta y casi me caigo de la bici. Miguel ha aparecido solo en su cuarto, en el suelo y frío. La jeringuilla no aparece, vivimos en un pueblo.
Enero 1983:
Mi padre me dice que vaya a verle a solas al hospital. Sabe que va a morir. Hemos tenido una relación buena pero compleja, sobre todo en mi infancia y adolescencia. Es una reunión muy sincera y un gran momento de reconciliación.
Diciembre 2016:
Gabriel y yo cumplimos dos años de ser novios. Tenemos una cita en el parque. De regalo, le doy una caja con galletas en su interior que preparé el día anterior. Realmente le gustan, aunque estén un poco crudas.
Noviembre 2014:
Estoy en la casa de una chica. Son las cuatro de la mañana. Me despierto y voy al baño. Al mirarme al espejo me digo que tengo que dejar de hacer esto, que no tiene sustancia. Me lavo la cara y vuelvo a la cama porque me levanto en un par de horas.
Enero 2015:
El sol se pone y el volcán Lanín se vuelve fucsia, después naranja, blanco resplandeciente y luego desaparece en la noche.
Diciembre 1994:
El profesor de matemáticas nos llama a volver a clases, somos decenas y nos negamos a volver, exaltados por ser los últimos días del ciclo básico. Algo se apodera de mí: lidero a la multitud, largo un extinguidor de incendios en la cancha de fútbol y luego secuestro la campana para terminar arrojándola a la piscina del colegio, en medio de la celebración y sorpresa de todos.
Julio 2017:
Siento una nostalgia y vacío terrible al ver a mi ex después de mucho tiempo. El descuido me hizo perder a un amigo y compañero verdadero.
Febrero 1992:
Acostada en mi cuna sueño, como cada noche, que vuelo sobre mi cuarto. Siento un dolor intenso en la panza.
Junio 1986:
Veo a mi abuela que atraviesa el patio con una bolsa en la mano. Va hacia el lavadero. Llena una palangana. Ahoga uno a uno a los seis gatos que acaban de nacer.
Diciembre 2009:
Estoy sentado, excitado y ansioso. En mis brazos el bulto pequeño, cuidado, limpio. Espero un rato, el primer instante de tu vida. Te miro. Se abren tus ojos profundos. Estás despierta. Siento tu mirada, la vida me mira.
Septiembre 2000:
Estoy embarazada. Se acerca la fecha probable de parto. Me acuesto a dormir con la certeza de que es inminente. A las 2 de la madrugada se rompe la bolsa. A las 12 nace mi primer hijo. Nada se compara a ese instante en que solito repta sobre mi vientre.
Septiembre 2000:
Espero, reteniendo la respiración, en la sala de espera de maternidad. Es medianoche. Del otro lado del vidrio, se corre la cortina y aparece mi yerno con mi primer nieto en brazos, el primer varón en la familia materna desde hace cuatro generaciones. Después de comerme a besos al bebé y a mi hija, con mi yerno nos tomamos una botella de champagne.
Noviembre 1972:
Recogemos a nuestra segunda hija, Inka Maria, de seis meses, en el aeropuerto de Colonia. Hemos adoptado a un bebé abandonado en Ambato, Ecuador.
Julio 1995:
Mi padre está muerto. Tiene uno de los tiros en la frente, fueron cinco. Lo veo en el cajón. Mi abuela me da unas gotas calmantes.
Enero 1968:
Como insectos en la parcela de mi abuela.
Septiembre 1997:
Leticia, Sofía, Belén y yo, perdidas a caballo. Es de noche y no encontramos la tranquera.
Agosto 1989:
El viento de San Luis se lleva volando los papeles de caramelo. Corro, llorando tras ellos.
Julio 2014:
El novio de mi amiga es dealer. Llegamos a un club en Ginebra y mientras bailamos y cantamos nos ofrece MDMA. Es mi primera vez y acepto. Una sensación indescriptible me invade. Siento que sale amor de cada poro de mi cuerpo. Alegría y una paz interior que me borran el pasado y el futuro de la mente.
Marzo 1976:
Tras el fallecimiento de mi padre, aún sintiéndome una niña, empiezo a trabajar como niñera de lunes a sábado, todo el día. Me cuesta mucho, me lleva mucho tiempo y responsabilidad, pero necesito ayudar económicamente a mi madre.
Julio 1999:
Somos doce niños chapoteando en el Río de la Plata en invierno.
Agosto 1971:
A las dos de la mañana rompo bolsa y volamos al sanatorio. Como viene de cara, me dan «gas de la reina» y no veo el momento en que sale de mí, pero en seguida mi marido me despierta con la beba en brazos. Medio atontada la tomo en brazos y confieso: «Una nena, ¡lo que quería yo!».
Diciembre 2012:
Rompo la pared de mi cuarto a cabezazos. La sangre mancha la pared. Lloro frente a la cámara del computador.
Enero 1980:
Rechazo el contrato de cantautora que me ofrece una disquera porque pertenece a un grupo de poder con el que no comulgo. Aunque también me siento nerviosa. Es una decisión de vida.
Mayo 1968:
El día que cumplo doce años establezco mis metas en la vida: no rendirme nunca, no amargarme, ser justa y honesta, fundar una familia, encontrar todos los días algo que me haga feliz, estar satisfecha con mi vida el día que me muera.
Abril 1986:
Estoy esperando en el hospital junto a mis abuelos, mi papá y mis tíos. Miro fijamente la luz, si se prende azul es varón, si se prende roja es nena. Está por nacer. Sale el médico, me llama y me dice al oído: «La luz se quemó, es una nena».
Julio 1992:
Es de tarde. Estamos en la cocina. Decido contarle a mi abuela de 80 años que soy homosexual y se me llenan los ojos de lágrimas. Ella intenta minimizarlo, diciendo que hoy en día es normal, que no tengo por qué llorar. «Cuidate de esa enfermedad y que nadie te quiera sacar plata», me recomienda.
Enero 2017:
Camino por la Avenida Karl Marx en Berlín. Hace mucho frío. Tengo mucha hambre. La nieve cubre casi toda la calle. Entro a un bar. Pido un té. Son más de las cinco de la tarde. Ya oscureció. Pienso que mi vida va a cambiar, que afronto un año decisivo. Que no sé cómo seguir ni qué pasará. Que me enfrento a algo nuevo. Mi único deseo es seguir un camino incierto e inseguro. Ya no se puede volver.
Agosto 2017:
Estoy en la estación terminal de trenes de Retiro en la escalera mecánica que lleva al subterráneo. Lo veo de espaldas unos escalones más abajo. Lo saludo y me responde con una sonrisa. «Pensé que te habías olvidado de mí», me dice Eduardo. «Borré tu número de teléfono», le explico. «Y yo el tuyo», me contesta sin reproches. «No hay día en que no piense en vos», admito.
Septiembre 1997:
Me doy mi primer beso con un compañero del jardín de infantes escondidos entre unos percheros.
Agosto 1974:
Hemos llegado a la casa en la montaña alquilada para la temporada de invierno. Hace un frío intenso. Tenemos hambre. Mi hermano llora. Entramos y la casa tiene el suelo inundado. Mi madre está sola y trata de resolver la situación. No hay teléfono. Después también me pongo a llorar.
Marzo 1985:
En Santiago me detienen en una marcha y me suben a un furgón. Estamos muy apretados. Un joven de mi edad se come entera una revista de oposición a la dictadura. No sabemos donde estamos, nadie habla, un chiquillo con uniforme escolar silba la Internacional. Ya es de noche cuando nos bajan y nos gritan: «miren al suelo o los vamos a degollar a todos».
Mayo 1990:
Me doy cuenta de que sé leer.
Diciembre 1992:
Me internan por una neumonía. Me entero que soy VIH positivo. Comienza mi lucha por vivir y defender este amor que tando deseé.
Mayo 1993:
Me acuesto sobre la falda de mi mamá. Me pone gotitas en los ojos, me acaricia la cara.
Julio 1993:
Es mi primer día de campamento. La jefatura pide que entremos corriendo a la sala para ganar puntos. Soy la primera en correr a toda velocidad hasta que me impacto en la puerta de cristal corrediza, que se rompe en mil pedazos.
Julio 1983:
Bajo del colectivo, estoy en Tilcara. Soy un pequeño actor. Se me acerca un chico coya de mi misma edad y lo invito a ver la obra. «No puedo ir, tengo que trabajar», me dice. No entiendo cómo las oportunidades son tan diferentes.
Marzo 1976:
La llegada de mi hermana y la Oma desde la chacra en la lejana Patagonia, en Plottier, después de meses de no verlas, es siempre una alegría inmensa. Hay olor a manzanas y suprema de pollo que viene del bolso verde.
Enero 2013:
Muere mi padre de un paro cardíaco el día de mi cumpleaños. Estoy en Santa Cruz. He venido para presentar a mi pareja.
Abril 2012:
Fumo muchos cigarrillos. Me tomo un cóctel de antidepresivos y espero mi muerte.
Junio 1987:
Cada vez que salgo al recreo, desaparece algo de mi mochila. Sospecho de una compañera. Al enfrentarla, me devuelve mis cosas. Le pregunto por qué las tomó y me responde: «Porque tú tienes y yo no».
Agosto 2008:
Martín nace después de 26 horas. Puje, puja, pujo. Me desmayo. Cuando ponen a mi hijo en mi pecho grito como loca de alegría. Parir es un acto animal y valiente.
Marzo 1975:
Mis amigos son europeos, indios y africanos, pero todos se sienten mozambiqueños, una nacionalidad que entonces no existe. «Make love not war» hace más llevadera nuestra juventud en tiempos de la Guerra Fría en África. Probamos las drogas y bailamos con Jimi Hendrix, Janis Joplin y los Rolling Stones.
Octubre 2006:
Domingo por la tarde, mis hermanos están mirando la tele, mamá y papá en la cocina. En la radio suena una canción que me hace pensar que es perfecta como recuerdo de un momento perfecto.
Febrero 1996:
Finalmente, tras varios meses de estudio, me recibo. Mucha alegría por haber cumplido el objetivo. Mucha incertidumbre porque no sé qué voy a hacer después. Me gusta la investigación pero no hay posibilidades concretas en Rosario.
Septiembre 1991:
Me acerco a mi mamá que está en la mesada cocinando. Le pregunto si soy linda y me contesta que sí. Le pregunto qué pasaría si fuera fea y ella me contesta que para ella igual sería linda.