Agosto 1973:
Soñando imposibles en una fría sala de hospital santiaguino, mientras abren en dos mi espalda para enderezarme con un metal adosado en la columna. Con dolor inexplicable acepto todo lo que le hacen a mi cuerpo, es la única forma para caminar derecha. Octubre 1975:
Camino con mini falda roja y polerita a la cintura mientras me río de las miradas indiscretas. De pronto mi madre me atrapa en vilo y me señala molesta: «Cómo se te ocurre ir así mostrando los fierros de tu pierna». Desde ese día solo faldas largas para ocultar los zapatos bajo el ruedo. Abril 1983:
Converso impasible con mi amigo de universidad en una esquina de Temuco. De pronto te acercas tú con todo el pelo revuelto, preguntas por una dirección que no conozco y absorbo tu mirada oscura en cada poro de mi cuerpo. Te vas y quedo temblando con la certeza de que aparecerás en mis días de nuevo. Julio 1983:
El frío no se siente mientras me abrazas sentados en una plaza de Temuco a las tres de la mañana. Quiero fundirme en tu atmósfera misteriosa y quedarme allí, junto a ti, eternamente. De pronto un ruido impacta nuestro abrazo, una bomba casera estalla justo en la esquina. No hubo heridos, salimos, una vez más, ilesos. Diciembre 1986:
Con mi blusa blanca elegante estoy en la ceremonia de graduación para recibir mi título profesional finalmente. A duras penas mi padre controla a mamá quien a pesar de su demencia maniacal, está allí presente. Recibo el título y algunos premios, mientras escucho los esfuerzos de mi familia por retener a mi madre, ella no quiere quedarse, ella simplemente no entiende. Marzo 1988:
Salgo de casa para iniciar mi primer trabajo en Santiago, debo llegar a Las Condes, tomo una micro y avanzo nerviosa, no conozco las calles ni el tránsito. Surgen rayados en las paredes, casas tristes, naturaleza muerta. Voy perdida y pregunto al chofer qué comuna es esa. «Estamos en Pudahuel», me dice muy serio. Primer día de trabajo y voy en sentido contrario. Nunca llego a Las Condes. Marzo 1995:
Salgo de la sala de profesores con el libro de clases y en el pasillo el inspector me presenta a un profesor practicante de terno impecable. No lo tomo mucho en cuenta, se me pide que lo acepte en mi clase de octavo. Sonrío y lo acepto, él me sigue y me pide el libro para ayudarme, se lo entrego y seguimos por el pasillo sonriendo al inesperado destino. Noviembre 1997:
Ya estás conmigo, naciste hace tan poco y eres tan pequeña que me asusto. Te ponen a los pies de mi cama en tu flamante cuna. De pronto percibo que te ahogas, salto de la cama, olvidando mis bastones, no duele la cesárea reciente y te giro para salvarte. Respiras de nuevo y las piernas me abandonan. Tu sigues en la cuna, yo caigo al suelo. Mayo 2001:
Ya tengo cinco meses de embarazo, todo va bien y estamos en la nueva ecografía. El médico pregunta cuántos bebés son. «Uno por supuesto», señalo molesta. Él dice, «acá hay dos latidos», le insisto, «es solo uno». Aparece otro especialista y explica que son dos bebés univitelinos. Mi risa se escucha en todo el centro médico y ya no puedo dejar de reír pensando en los milagros de la vida. Octubre 2008:
Estamos buscando una casa nueva en Oriente de Santiago. Nos dan un dato y vamos a ver la casa. Entro y me gusta desde la puerta. Camino por las piezas y siento que ya es mía. No lo dudo, tiene que ser mi hogar. Rápido vamos al banco y entrego la garantía. Es la casa que quiero, no es necesario seguir mirando nada más.