Diciembre 1961:
Embarco en el Charles Tellier, un barco para pocos pasajeros. Es mi primer viaje cruzando el Atlántico. Llevo puesto un tenue vestido rosa de algodón. Me enamoro de Marcos y a los 19 días llego a Vigo. Noviembre 1969:
Sin ser una elefanta, espero 4 años y nueve meses y nace mi primer hijo. Siento que es un milagro, yo... ¡tan agnóstica! De la escuela donde trabajo me envían una canasta con 200 rosas. La segunda planta del sanatorio huele a flores. Agosto 1973:
Regresa la democracia, la primera que vivo con consciencia y euforia. Me convocan en la Universidad para un trabajo muy interesante. Me siento feliz. Marzo 1974:
Mi hijo pequeño llega de madrugada, tengo miedo de despertar y no reconocerlo. Es bellísimo y sano como su hermano. Vuelvo a sentir una felicidad plena. Septiembre 1975:
Roberto me espera en Mar del Plata en la estación de ferrocarril. No me mira. Me anuncia que debo marchar y ocultarme. Que no pregunte. Tomo un taxi, voy al aeropuerto y dos horas más tarde estoy nuevamente en casa, aterrorizada. Diciembre 1991:
Los hijos inician su propio camino. Siento orgullo, angustia, ilusión. Tengo confianza porque son luchadores y apasionados. Febrero 1993:
Guardo, archivo, regalo o vendo. No hay tiempo que perder. Todo se repite. Siento vértigo. Tengo dos valijas que pesan 49 kilos y 800 gramos. Si fracaso, prometo traer de regalo 200 gramos de jamón. Abril 2008:
Tomo el primer vuelo que encuentro. Dicen que pregunta por mí. Pero no llego a tiempo. Muere mi única hermana. Nos habíamos prometido envejecer juntas. Noviembre 2010:
Me despido de Barcelona, de los amigos, del mar y de la montaña. Es hora de volver a casa. Diciembre 2011:
Regreso a Buenos Aires, percibo otros olores, otros sonidos, otros colores. Son demasiado extraños para mí y no paro de quejarme. En la radio, un periodista lee un cuento. Se trata de una mujer que no tolera a los quejosos. El cuento se llama «Si vas a venir, vení llorado». Decido que es una señal y que debo tragarme la queja.