Junio 1987:
Cada vez que salgo al recreo, desaparece algo de mi mochila. Sospecho de una compañera. Al enfrentarla, me devuelve mis cosas. Le pregunto por qué las tomó y me responde: «Porque tú tienes y yo no». Abril 1992:
Mis amigas deciden no hablarme más, por rara y por no tener ropa bonita. A partir de ese día, paso todos los recreos en la biblioteca y los libros se convierten en mis amigos. Diciembre 1998:
Es mi último día de graduación de la secundaria y no aguanto las ganas de no regresar a mi escuela. Septiembre 2004:
Estoy a punto de terminar la universidad. Me doy cuenta de que estudié la carrera equivocada y de que llevo cuatro años con el hombre equivocado. Noviembre 2005:
Hace un mes que vivo sola. Me siento libre y poderosa. No extraño a mi familia para nada. Empiezo a ver una película y al rato se va la luz. Me doy un golpe en la frente: ¡Se me olvidó pagar la cuenta! Empiezo a apreciar más a mis padres. Diciembre 2009:
Hace dos meses que estoy en Suecia y tengo la peor pelea con mi pareja. Salgo de casa y me ofrezco a sacar a pasear al perro del vecino. No paro de llorar todo el camino y el perro me mira con cara de tonto. ¡Y ni siquiera me gustan los perros! Todo está mal. Noviembre 2011:
Vivimos en países diferentes y sólo hemos hablado en persona dos veces. Decidimos viajar juntos y encontrarnos en un aeropuerto. El vuelo ya va a partir y él no llega, pienso lo peor. Por fin está aquí y trata de darme un beso en la mejilla, pero nos estrellamos. Me dice bajito: «Estoy nervioso». Le respondo: «¡Yo también!». Febrero 2012:
Es mi último día en China. Tengo que empacar siete años de mi vida, pero sólo puedo pagarme 13 cajas. Aquí he aprendido que lo que es normal para mí, no lo es para otra persona. Me río. Definitivamente, estoy más vieja. Marzo 2013:
Mi amiga me lleva a una fiesta de hip-hop. Este ambiente definitivamente no es el mío. Quiero irme, pero decido tomarme una última cerveza. Me doy la vuelta y lo veo, el chico más lindo del lugar. Le doy señas para que se acerque y empezamos a hablar. No puedo contenerme y le pregunto su nombre, edad, estado civil y profesión. Me siento como una encuestadora haciendo un censo nacional. Al parecer, mi comportamiento no lo asusta porque me pide mi teléfono para una cita. Diciembre 2015:
Es la primera noche en nuestro departamento. Nos tomó un buen tiempo decidir si queríamos vivir juntos, y mucho más encontrar un lugar. Nos vamos a dormir y siento que he vivido aquí toda mi vida.