Mayo 1970:
Cuando llego a casa de la escuela al mediodía, mi hermana pequeña está en el hospital. Diagnóstico: malaria cerebral. Por la noche entra en coma y, al día siguiente cuando sale el sol, su alma libre e indomable nos abandona para siempre. Abril 1972:
Es Domingo de Pascua en Río de Janeiro, estamos en un restaurante de la playa de Ipanema. De repente mi padre se inclina sobre mí. Creo que va a recoger algo del suelo entre las sillas. Miro a mi madre. Sus ojos cargados de pánico y dolor me indican que algo malo ha pasado. Me ayuda a tenderlo en el suelo. Mi padre muere de un ataque al corazón. Junio 1974:
Tres compañeros de clase me convencen para que los acompañe. Ella yace desnuda y tiene unas tetas enormes. Yo soy delgado y menudo y, al acostarme sobre ella, me siento como si estuviera en una cama de agua. No sé por dónde empezar, pero ella tiene paciencia. Tras unos minutos salgo de la choza y pienso: «¿Era eso sexo?» Febrero 1975:
Es nueva en la escuela y muy guapa. Empiezo a escribir poemas y de vez en cuando se los regalo. Marzo 1975:
Mis amigos son europeos, indios y africanos, pero todos se sienten mozambiqueños, una nacionalidad que entonces no existe. «Make love not war» hace más llevadera nuestra juventud en tiempos de la Guerra Fría en África. Probamos las drogas y bailamos con Jimi Hendrix, Janis Joplin y los Rolling Stones. Octubre 1975:
Mi madre llora y dice: «Que cada uno prepare una maleta con 25 kilos, todo lo demás lo dejamos aquí. Prefiero irme a Brasil con vosotros que perder a otro hijo en Mozambique». «¿Ahora somos refugiados, madre?». «Sí, pero seguimos con vida». Febrero 1987:
Administro con entusiasmo una casa de huéspedes de 24 habitaciones en Porto Seguro. Llega una suiza para hospedarse y, en lugar de continuar su viaje, se queda. Enero 1988:
Llego a Suiza. Después de quince años en Mozambique y quince en Brasil, no es fácil vivir en Europa. Al principio los suizos me parecen conservadores, arrogantes y cerrados. Septiembre 1988:
En mi primer trabajo en Suiza, mis jefes y colegas se dirigen a mí en un alemán para tontos: «Tú hacer esto, tú ver esto, tú hoy trabajar aquí». No son malas personas, pero su actitud me ofende y me entristece. Diciembre 1996:
Tras el final de una larga guerra, por fin puedo visitar mi lugar de nacimiento en Mozambique 21 años después. Me reencuentro, ya como adulto, con familiares y amigos que dejé atrás cuando era adolescente.